Javier Risco.
Hay
profesiones y oficios en los que uno puede escudarse en aprender una rutina y
llevarla a la perfección, entender su funcionamiento, enfocarse en repetir y no
fallar y, de vez en cuando, mejorar un poco, optimizar un proceso o acortar un
plazo siempre que se pueda. Hay otras, en cambio, en las que esta rutina es
inexistente y cada día es una hoja en blanco dispuesta a ser coloreada y habrá
días en los que te saldrá un hermoso paisaje de la campiña francesa en tonos
pastel, y otros en los que te saldrá algo más parecido a lo que dibujabas a los
dos años, sin forma, sin composición ni sentido.
A veces
cuesta entender cómo es el día a día de profesionales de otros sectores y,
particularmente, imaginar hasta dónde los puede llevar el simple hecho de
desempeñarse laboralmente. Puntualmente me voy a referir a los actores. Tengo
muchos amigos dedicados a eso y sí, son una raza rara como dice uno de ellos.
Viven con ensayos simultáneos de varios proyectos, lo que hace de su día una
esquizofrenia total; con procesos creativos tan intensos que los llevan a
transformarse durante temporadas, al punto que uno los desconoce; en un mercado
laboral tan oscilante que convierte a esa profesión en una verdadera montaña
rusa. De hecho, conozco a uno que un año se ganaba la vida animando fiestas de
cruceros, al otro hacía películas y al otro se fue a trabajar al circo. Una
locura.
Hago este
preámbulo para situarnos, ya que esta semana leí, en medio de la cobertura que
se le está dando al juicio de Joaquín El Chapo Guzmán, que el actor que lo
interpreta en la serie Narcos, fue a conocerlo en plena sesión de la Corte
federal de Brooklyn y tuvo la posibilidad de ver de cerca e interiorizarse de
las gesticulaciones y modos de su singular objeto de estudio.
Dicen que
Guzmán sonrió cuando uno de sus abogados, William Purpura, se le acercó antes
de comenzar la audiencia y le comentó que el actor Alejandro Edda estaba ahí.
Dicen también que el capo alzó la vista e hizo un paneo por la sala hasta
encontrar la mirada de quien lo interpreta en la serie, para luego hacerle un
breve pero cordial saludo con la cabeza.
Por su
parte, el actor narra el encuentro de esta manera: “Me puse nervioso, cuando
(El Chapo) me vio y me saludó de lejos. Fue intimidante de cierta manera, lo vi
muy atento, lo veo enfocado, siento que está muy concentrado en todo lo que
está sucediendo”.
Imagino que
lo que el actor escuchó y vio a continuación también lo puso intranquilo, ya
que en la sesión de ese día se revisaron los testimonios de sus guardaespaldas,
que daban fe de la sangre fría con la el capo torturó y dio muerte, con sus
propias manos, a tres de sus enemigos. Seguramente, son escenas que Edda deberá
interpretar en un futuro cercano.
Entiendo que
un actor se sienta intimidado cuando esté frente a la figura de Guzmán y cruce
mirada con él, ya que fue gracias a ese gremio tan particular y tan lejano a la
realidad de los cárteles, que lograron dar caza al capo.
¿Verá Guzmán
la cara de su Judas Sean Penn en cada uno de sus colegas? ¿Tendrá a los actores
en una especie de lista negra?
Lo cierto es
que el actor estuvo en una sesión en la que seguramente cada uno de los
presentes iba generando un juicio sobre las acusaciones al narcotraficante,
todos viendo cómo un sistema entero devora a quien encarna el rostro del mal,
todos menos el actor, ya que su trabajo es justamente el contrario: él no
estaba ahí para juzgar, estaba ahí para aprender. Raza rara son los actores.
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