Por Diego
Petersen Farah.
En alguna de
las primeras conversaciones con Pedro Kumamoto cuando intentaban desde una
cochera construir una candidatura independiente coincidíamos en que el objetivo
de las éstas no era anular a los partidos sino confrontarlos y evidenciarlos
para tener mejores partidos. Hoy los entonces llamados wikis anuncian que se
lanzan a una nueva etapa, la construcción de un partido local en Jalisco, con
todos las ventajas y riesgos que ello conlleva.
Dar el
brinco a la construcción de un partido era el paso para muchos inevitable
después de la elección de julio en la que presentaron candidatos en ocho
distritos locales, tres federales y el Senado. Aunque todas se construyeron
como candidaturas independientes al final terminaron trabajando como grupo
político unificado y pidiendo el voto por el arbolito. No lograron una sola
victoria pues, aunque en algunos distritos fueron los candidatos más votados,
las alianzas los descarrilaron. Tampoco lograron representación proporcional
porque eso es privilegio sólo de los partidos.
Convertirse
en partido le dará a este grupo de jóvenes más facilidades de acceso a los
puestos de elección popular, pero también los meterá, inevitablemente, en la
lógica del poder. La frescura y la fuerza del discurso antipartidos, dos de sus
principales activos políticos, quedarán desde hoy enterrados y en el olvido. A
partir de ahora la propuesta, como la de cualquier partido, tendrá que
construirse desde el poder y para el poder y no desde las periferias y para las
periferias, como lo venían haciendo.
Las
capacidad organizativa e imaginación política que han mostrado los jóvenes
agrupados en lo que fue wikipolítica y hoy pretende ser el partido Futuro
Jalisco augura que lograrán el registro y muy probablemente los veremos en la
boleta compitiendo distritos locales y federales en la elección del 21. El
problema vendrá después. Si la elección polarizada del 2018 les afectó, la de
2024 será mucho peor, una elección de bloques donde no habrá espacio para
partidos en solitario. Vendrán entonces las grandes decisiones de todo partido:
la disyuntiva entre conservar el registro o mantener la identidad; aliarse con
los que dices combatir o bajarte de la mesa de la política; ser como los otros
o ser otro; representar los intereses de los electores o los del partido.
El poder es
el poder y lo único que no admite es candidez. Convertirse en partido político
implica enterrar el pasado, con sus pequeñas pero significativas glorias, para
construir un Futuro donde la única certeza es la dificultad de la real
política, en la que ser joven no basta, incluso a veces estorba.
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