martes, 23 de abril de 2019

El viernes en Minatitlán.


Javier Risco.

Ayer hablaba de la importancia de las formas, de la necesidad de una respuesta distinta del Ejecutivo ante la tragedia ocurrida el viernes por la noche en Minatitlán, Veracruz. La ausencia de un posicionamiento empático con las víctimas el fin de semana, me había parecido un enorme error del gobierno de Andrés Manuel López Obrador; por la noche, mientras escribo esta columna, sigue sin haber palabras sensibles o de apoyo a los familiares afectados, pero al menos el presidente ha prometido que irá al lugar donde murieron 13 personas, incluido un niño de un año, el próximo viernes.

López Obrador verá de frente a los que se quedaron sin un hijo, nieto, padre, madre, hermano o hermana… al menos es lo que yo pensaría, que los va a ver, sólo le hago caso al sentido común.

Sin embargo, el presidente debe cuidar qué dice; asegurarles que este caso no quedará en la impunidad no basta, la tragedia de Minatitlán es una oportunidad de oro para el gobierno de la 4T, de demostrar que el sistema de justicia está cambiando. La manera en la que procesa la información, atiende a las víctimas y arma una investigación seria, será lo único que nos haga creer que este gobierno le da valor a la vida.

Lo único seguro es que el presidente no puede decir ni hacer lo que hizo en la conferencia de prensa de ayer en el Puerto de Veracruz, levantarle la mano al gobernador en turno, construir alrededor de él un discurso triunfalista, arguyendo frases como: “le tenemos toda la confianza al gobernador de Veracruz, este señor, miren –le levanta el brazo– para que no le quede duda a nadie, tiene todo el apoyo, todo el respaldo del gobierno federal y le tenemos confianza porque es una gente honesta (…) y está siendo sometido a ciertas presiones, porque la ‘maleantada’ política de Veracruz quiere seguir imponiéndose, nada más que no lo van a lograr, no estás solo, Cuitláhuac. Para que le vayan midiendo”.

No puede poner al gobernador como víctima de una situación de violencia de la cual no ha podido hacerse cargo. No puede menos que exigirle a él lo que tanto le echó en cara a Yunes al entrar al gobierno. ¿No son iguales Yunes y Cuitláhuac García? No importa. No es un asunto de personas ni de 'buenas entrañas', sino de la responsabilidad en un cargo público para el que prometieron estar listos y no lo estaban.

Ayer no hubo palabras para los afectados, sigue postergando la empatía, pero no es nuevo. Jacobo Dayán, especialista en derechos humanos, lo apuntó muy bien en su texto “AMLO desaparece a las víctimas”, publicado en Aristegui Noticias, en diciembre pasado.

“En sus dos discursos del 1 de diciembre, AMLO no hizo referencia alguna a las miles de víctimas del país. Sólo anunció la comisión de investigación para el caso Ayotzinapa. Ese era el momento adecuado para hablar de las víctimas. Con toda la atención nacional puesta en sus palabras, era necesario colocar de manera central a las víctimas como parte fundamental de la agenda. Decidió omitirlas. El 3 de diciembre, en el evento en que se firmó el decreto que creó dicha comisión, las palabras de reconocimiento a las miles de familias en busca de desaparecidos llegaron por parte de María Martínez, madre de uno de los normalistas, y de Alejandro Encinas. AMLO desapareció a los miles de desaparecidos. Por último, el 10 de diciembre, en la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos 2018, Andrés Manuel volvió a omitir a las víctimas. Tres oportunidades y sigue faltando a su compromiso”.

¿Por qué le cuesta tanto trabajo al presidente hablarles a las víctimas? ¿Por qué si ha recorrido todo el país tantas veces y como ningún otro presidente ha conocido la desesperación de la gente en ciertas regiones, no puede ser más empático? ¿Por qué ante tragedias como la de Veracruz prefiere enfocar su discurso en grillas políticas y en “maleantadas”, que en dar unas palabras que busquen la justicia y la verdad?

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