La medición de la pobreza es uno de los principales
problemas que tiene México actualmente y que no le permite tener una adecuada
política social para erradicar la condición en la que viven 55 millones de
personas, coincidieron expertos y académicos.
La consecuencia de
que las metodologías utilizadas para medir la pobreza se cambien de manera
constante es que se tienen programas sociales que por años no han abonado a la
erradicación de la desigualdad, además de que se tiene un sesgo en la noción
del tema y hay una afectación directa en la concepción de la realidad del país.
Para Miguel Castillo Negrete, profesor del Departamento Académico
de Estudios Generales del Instituto Tecnológico Autónomo Metropolitano (ITAM), la realidad es que la pobreza en el país se
ha incrementado y es por el modelo económico “que no aceptamos” que fracasó.
“México debe medir
bien y reconocer que vamos mal. Ha crecido la pobreza y la desigualdad, pero
cuando el Inegi hace una investigación siempre concluye que la mayoría de la
población es de clase media”, comentó en el panel ¿Por qué no disminuyen la
pobreza y la desigualdad en México?, en un foro realizado en la Universidad
Iberoamericana.
Durante su participación, Pablo Yáñez, Coordinador de
Investigaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal), refirió que de 1992 a 2012, se observa un claro estancamiento en la
tasa de pobreza.
“Cuando decimos que
la tasa tiene una persistencia, no significa que son las mismas familias todo
el tiempo las que son medidas por esa incidencia, sino que hay familias que
pudieron haber salido y regresar, ya que no hay una frontera mágica que divide
a los pobres y no pobres y quienes están cerca de esa línea tienen un riesgo
enorme de cruzarla. En la Cepal se contempla a la población vulnerable, porque
estar por encima de la línea de pobreza no significa la salvación”, dijo.
Agregó que en el caso
de México, sí se observó una tendencia fuerte a la baja, luego subió y
finalmente, se estancó, esto porque el comportamiento del salario mínimo en los
últimos 20 años está directamente relacionado con la pobreza.
Al respecto, Rodolfo de la Torre comentó que se debe
trabajar en combatir la pobreza intergeneracional y elaborar políticas
enfocadas en la transmisión de esa condición.
“En el caso de
México, un crecimiento que se concentrara en los trabajadores con las menores
remuneraciones; que se concentrara en aumentar el tamaño de los
establecimientos que contratan a los trabajadores con menos capacitación,
reduciría la trasmisión de pobreza. Los incentivos económicos se deben alinear
a eso y no polarizar la estructura de la economía, concentrando la
productividad en unos cuantos y excluyendo a otros”, precisó.
Para esto, dijo, se deben corregir los sesgos
redistributivos y los programas de transferencias no se deben concentrar en los
sectores de mayores ingresos. De acuerdo con sus cifras, el efecto de los
programas sociales es de apenas 2 puntos porcentuales en la desigualdad, en
otros países de la región suele ser de hasta 10 puntos y entre los países de la
OCDE, hasta de 20 por ciento.
“La política pública
no favorece a los de menores ingresos. Cuando hablamos de que el modelo
económico no funciona, quiere decir que el mercado no genera crecimiento
económico incluyente, no es plenamente competitivo, no es eficiente ni se
pueden extraer los mayores beneficios redistributivos. Las autoridades
encargadas de la política pública no están tomando decisiones a favor de las
personas de menos ingresos”, agregó De la Torre.
La Cepal ha insistido
que desde los puntos de vista sociales, económico y ambiental, la pobreza está
produciendo fisuras políticas de consecuencias muy graves.
“Se necesita crecimiento económico, pero también ver cómo se
crece. De mantener la inercia actual no será posible pensar en la erradicación
de la pobreza, quizá en siglos. Necesitas pensar además en un nuevo tipo de
crecimiento que eleven la productividad que se traduzca en mejoras
redistributivas”, agregó Yáñez.
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