Raymundo Riva Palacio.
No hay forma de
cubrir con miel la molestia de las Fuerzas Armadas con los políticos. Tampoco
se puede esconder la necesidad del presidente Enrique Peña Nieto por acariciar
su piel y colocar lo único que puede: un bálsamo a las profundas heridas que su
gobierno les ha infligido.
Lo intentó este
martes en un evento sin precedente en el Campo Militar Número 1, donde acicaló
con su trato a cientos de soldados, marinos y sus familias, que fue replicado
por circuito cerrado de televisión en las 46 zonas militares. Un acto que
comenzó frío, se tornó cálido cuando Peña Nieto rompió con el protocolo y
caminó entre todos, desplegando lo que mejor tiene, su calidez cuando achica
distancias y se relaciona sin muros, que es lo que más ha abandonado durante su
sexenio. Insólito y extraordinario, fueron algunos de los calificativos con que
la prensa coloreó el evento. Tan insólito y extraordinario, como la molestia
acumulada por años de estar supliendo a policías en las calles y carreteras
mexicanas, de las Fuerzas Armadas.
Durante tres años el secretario de la Defensa, general
Salvador Cienfuegos, se tragó las presiones de los oficiales y los generales
retirados por la forma como el gobierno los utilizaba en la guerra contra las
bandas criminales, pero no les daba una protección jurídica. El caso extremo, que generó una pequeña
crisis dentro del gabinete, fue cuando el entonces procurador general, Jesús
Murillo Karam, dijo que los soldados habían realizado una “matanza” en
Tlatlaya, en 2014, donde murieron 22 civiles y un militar. Gradualmente el
general Cienfuegos y el secretario de la Marina, Vidal Francisco Soberón,
elevaron el tono de su discurso ante el abandono del gobierno en la arena
pública, y comenzaron a criticar veladamente la política de seguridad federal y
la debilidad de las instituciones civiles. El presidente tomó nota.
Entre el 1 de enero y el 16 de marzo, de acuerdo con un
análisis publicado en la edición impresa de Eje Central, la palabra 'Ejército'
figuró en 31 documentos difundidos en la página de la Presidencia de la
República, por 20 veces que se utilizó durante 2013 y 2014. La palabra
'militar' apareció en 40 documentos, contra 34 registrados en 2016, 14 en 2015,
ocho en 2014 y 12 en 2013. La palabra 'Fuerzas Armadas' se apuntó en 31
ocasiones, contra 24 en 2016, 10 en 2015, cuatro en 2014 y tres en 2013. En el
primer año de su gobierno, Peña Nieto asistió a cuatro eventos de las Fuerzas
Armadas; en los primeros 75 días de su penúltimo año de gestión participó en
nueve.
Pese a esto, el presidente había sido descuidado en su
manejo discursivo con las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, cuando recientemente
murió el general Antonio Riviello, un ejemplo de institucionalidad cuando le
ordenaron que la solución para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
sería política y no militar, el presidente colocó un mensaje estándar en su
cuenta de Twitter de 17 palabras, idéntico al que escribió para lamentar el
fallecimiento del diputado federal Carlos Hermosillo, vinculado a actos de
corrupción en Chihuahua. Cuando murió el exsecretario de Hacienda y embajador,
Jesús Silva-Herzog, le dedicó dos mensajes, uno de ellos con una tipografía
fuera de lo normal, de 25 palabras.
Sin embargo, en el evento que se realizó en las
instalaciones de la 1ª Brigada de la Policía Militar, Peña Nieto aprovechó la
coyuntura que le abrió el precandidato presidencial, Andrés Manuel López
Obrador, que desde hace dos semanas escaló su crítica a los militares. En Nueva
York sugirió que los militares habían participado en la desaparición de los
normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, en septiembre de 2014, y ante las
críticas que recibió, primero del propio Peña Nieto y después de varios actores
políticos del gobierno y la oposición, fue hundiéndose en el pantano. López
Obrador dijo en Veracruz la semana pasada que las Fuerzas Armadas “han
masacrado” civiles durante los gobiernos del expresidente Felipe Calderón y de
Peña Nieto, en la reiteración de un discurso que le ha generado negativos entre
la comunidad castrense.
Los varios discursos del presidente en el corazón de las
Fuerzas Armadas mexicanas, en Lomas de Sotelo, no iban a llevar destinatario
alguno, adelantaron a la prensa voceros de Los Pinos. No fue así. En el último
mensaje de Peña Nieto, que todo el tiempo improvisó mientras caminaba entre los
militares y sus familias, habló con desprecio de “aquellos que todavía hablan
de masacrados”, en una alusión directa a López Obrador. “(Son) inadmisibles e
inaceptables (las expresiones) que, por ignorancia o dolo, descalifican la
labor de nuestras Fuerzas Armadas”, remató Peña Nieto, en un discurso que le
atrajo una gran ovación y reconocimiento de los jefes militares.
Pero no sólo con
discursos bien logrados y oportunos revierte años de maltrato a las Fuerzas
Armadas. López Obrador le dio la oportunidad de reivindicarse con soldados
y marinos, a los que su gobierno ha golpeado con la falta de un blindaje
jurídico y presupuestos menguados. El
evento que encabezó Peña Nieto logró quizás frenar el deterioro de la relación
entre civiles y militares, pero no va a durar mucho. La Ley de Seguridad Interior sigue empantanada en el Congreso, lo que
es una fortuna para las Fuerzas Armadas y los mexicanos, porque es una
regresión en materia de respeto a derechos humanos. La solución es un nuevo modelo de policía, atorada hace años en el
Congreso, que pavimente el camino de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles y no,
como quieren los políticos, al infierno.
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