miércoles, 27 de marzo de 2019

Andrés Enrique Peña Obrador.


Por Martín Moreno.

Quiere gobernar como Benito Juárez – aun cuando simpatiza y da luz verde a canales de televisión de corte religioso-, aunque por los hechos consumados e irrefutables, Andrés Manuel López Obrador está gobernando más parecido a Enrique Peña Nieto.

Más que el juarismo, se está practicando el peñismo.

En casi 130 días, AMLO ha realizado actos de gobierno que embonan más en el tipo de Presidente que fue Peña, que en lo que se conoce por la historia con Juárez.

Más que “el respeto al derecho ajeno es la paz” juarista, se aplica el “ya sé que ustedes no aplauden” peñista y se crucifica en la cruz de Palacio Nacional a los críticos de la Cuarta Transformación.

Más que ejercer la congruencia de Juárez con sus postulados, se recurre a la doctrina de Peña Nieto: imposiciones de amigos presidenciales en la Suprema Corte de Justicia, entreguismo con Kushner y Televisa, licitaciones sin transparencia. Allí están los hechos. Allí está lo que AMLO ha permitido y solapado, sin necesidad de interpretación alguna. ¿O alguien se atreve a desmentir sus actos de Gobierno?

Ese es, hasta ahora, el estilo del gobierno de AMLO: más parecido con Peña Nieto que con Benito Juárez.

Echemos un vistazo a los paralelismos entre AMLO y Peña Nieto, basados en los hechos. No los ve quien no los quiera ver:

MINISTRA. Como cuando Peña Nieto impuso a su amigo Eduardo Medina-Mora como ministro de la SCJN en 2015, dejando de lado a personalidades con mayores merecimientos y prestigios, López Obrador impuso a Yazmín Esquivel Mossa como nueva Ministra de la Corte. Es indignante: Esquivel es esposa de José María Rioboó, nada menos que el contratista de cabecera de AMLO y uno de los personajes con mayor influencia y que mayores beneficios financieros recibió cuando AMLO fue Jefe de Gobierno. Es, a todas luces, un evidente conflicto de interés. Ejemplo: imaginemos que Peña hubiera impulsado como Ministra de la SCJN a la esposa de Juan Armando Hinojosa, cabeza de Grupo HIGA, el contratista preferido de EPN y quien financió la Casa Blanca de la familia presidencial. Hubiera sido un escándalo mayúsculo, y con toda razón. Bueno, pues así sucedió ahora con López Obrador y Esquivel Mosso: se impuso en la Corte a la cónyuge del amigo constructor. Lamentable.

KUSHNER. Cuando en marzo de 2018 Peña Nieto recibió en Los Pinos al yerno y asesor senior de Donald Trump, los fanáticos de AMLO se retorcieron y condenaron el anti patriotismo del priista por haberle abierto las puertas a Jared Kushner. No lo bajaron de entreguista. Pero ahora que el mismo personaje se reunió con AMLO no en Palacio Nacional, sino en la casa del poderoso vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, cerraron el piquito. Nada dijeron. En realidad, la reunión de Kushner con López Obrador fue aún más vergonzante que la que efectuó con Peña Nieto, por las siguientes razones. Primera, fue en la residencia particular de un empresario televisivo, y no en Palacio Nacional. (Al menos, la de EPN fue en Los Pinos). Segunda, la explicación de AMLO para justificarla fue, para no variar, aldeana: “Se vieron las opciones y ofrecieron que podía ser ahí, y yo dije que sí, acepté. Así fue. Tan-tan”. ¡Hombre, qué manipulable y fácil de convencer resultó el Presidente de México! ¿Cuáles opciones se vieron? No se sabe. También se pudo haber ofrecido la casa del Canciller Ebrard, por ejemplo, o la de la Secretaria de Gobernación. Mejores alternativas había. ¿Por qué elegir entonces la de un emisario de Televisa? Pésima elección. Tercera: al menos, en marzo del año pasado se dio un comunicado oficial de la reunión Kushner-EPN. Con AMLO, solo se filtraron algunos puntos e incluso el propio AMLO dijo, al día siguiente, que habría inversiones por 10 mil millones de dólares. ¿A cuenta de qué? ¿En qué áreas? ¿Qué se comprometió a cambio? ¿Cuáles fueron los acuerdos concretos bajo la bendición de Televisa? Como Peña Nieto, López Obrador tendió la alfombra tricolor al yerno de Trump. Ni más ni menos.

OPACIDAD. “Desde el arranque del actual Gobierno, Pemex ha adjudicado, por invitación restringida, al menos siete contratos por unos 2 mil 300 millones de dólares, según datos del portal de Pemex Exploración y Producción”, reveló la reportera Karla Omaña en el diario Reforma del viernes 22 de marzo. Similar a la administración de EPN, otra vez la opacidad, el licitar sin competencia, el favorecer en secrecía. Y allí está la perla mayor: la Secretaria de Energía, Rocío Nahle, eligiendo a su conveniencia a cuatro empresas bajo fuertes acusaciones de corrupción a nivel internacional, para que se repartan la construcción de la Refinería Dos Bocas. ¡Al carajo con la transparencia! Basta un solo ejemplo comparativo: el 47% de los contratos del NAIM Texcoco – alrededor de 137 mil millones de pesos-, se adjudicó sin licitar por parte del gobierno peñista. (SinEmbargoMx- Daniela Barragán-4/Abril/2018). Hoy por hoy, la práctica no cambia. No hay diferencia. La opacidad es la misma. Peña Nieto y López Obrador son similares en este aspecto.

Y apenas van 130 días de Gobierno.

A la luz de los hechos, el Presidente López Obrador tiene en su corazón a un priista agazapado.

A su estilo, a su manera, con sus formas, pero AMLO ha hecho cosas más parecidas a Peña Nieto que a Benito Juárez.

Allí están los hechos.

¿Quién los desmiente?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.