Por Martín
Moreno.
Quiere gobernar como Benito Juárez –
aun cuando simpatiza y da luz verde a canales de televisión de corte
religioso-, aunque por los hechos consumados e irrefutables, Andrés Manuel
López Obrador está gobernando más parecido a Enrique Peña Nieto.
Más que el juarismo, se está
practicando el peñismo.
En casi 130
días, AMLO ha realizado actos de
gobierno que embonan más en el tipo de Presidente que fue Peña, que en lo que
se conoce por la historia con Juárez.
Más que “el respeto al derecho ajeno
es la paz” juarista, se aplica el “ya sé que ustedes no aplauden” peñista y se
crucifica en la cruz de Palacio Nacional a los críticos de la Cuarta
Transformación.
Más que ejercer la congruencia de
Juárez con sus postulados, se recurre a la doctrina de Peña Nieto: imposiciones
de amigos presidenciales en la Suprema Corte de Justicia, entreguismo con
Kushner y Televisa, licitaciones sin transparencia. Allí están los hechos. Allí
está lo que AMLO ha permitido y solapado, sin necesidad de interpretación
alguna. ¿O alguien se atreve a desmentir sus actos de Gobierno?
Ese es, hasta ahora, el estilo del
gobierno de AMLO: más parecido con Peña Nieto que con Benito Juárez.
Echemos un
vistazo a los paralelismos entre AMLO y Peña Nieto, basados en los hechos. No
los ve quien no los quiera ver:
MINISTRA. Como cuando Peña Nieto impuso a su amigo
Eduardo Medina-Mora como ministro de la SCJN en 2015, dejando de lado a
personalidades con mayores merecimientos y prestigios, López Obrador impuso a
Yazmín Esquivel Mossa como nueva Ministra de la Corte. Es indignante: Esquivel
es esposa de José María Rioboó, nada menos que el contratista de cabecera de
AMLO y uno de los personajes con mayor influencia y que mayores beneficios
financieros recibió cuando AMLO fue Jefe de Gobierno. Es, a todas luces, un
evidente conflicto de interés. Ejemplo: imaginemos que Peña hubiera impulsado
como Ministra de la SCJN a la esposa de Juan Armando Hinojosa, cabeza de Grupo
HIGA, el contratista preferido de EPN y quien financió la Casa Blanca de la
familia presidencial. Hubiera sido un escándalo mayúsculo, y con toda razón.
Bueno, pues así sucedió ahora con López Obrador y Esquivel Mosso: se impuso en
la Corte a la cónyuge del amigo constructor. Lamentable.
KUSHNER. Cuando en marzo de 2018 Peña Nieto recibió
en Los Pinos al yerno y asesor senior de Donald Trump, los fanáticos de AMLO se
retorcieron y condenaron el anti patriotismo del priista por haberle abierto
las puertas a Jared Kushner. No lo bajaron de entreguista. Pero ahora que el
mismo personaje se reunió con AMLO no en Palacio Nacional, sino en la casa del
poderoso vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, cerraron el piquito. Nada
dijeron. En realidad, la reunión de Kushner con López Obrador fue aún más
vergonzante que la que efectuó con Peña Nieto, por las siguientes razones.
Primera, fue en la residencia particular de un empresario televisivo, y no en
Palacio Nacional. (Al menos, la de EPN fue en Los Pinos). Segunda, la
explicación de AMLO para justificarla fue, para no variar, aldeana: “Se vieron
las opciones y ofrecieron que podía ser ahí, y yo dije que sí, acepté. Así fue.
Tan-tan”. ¡Hombre, qué manipulable y fácil de convencer resultó el Presidente
de México! ¿Cuáles opciones se vieron? No se sabe. También se pudo haber
ofrecido la casa del Canciller Ebrard, por ejemplo, o la de la Secretaria de
Gobernación. Mejores alternativas había. ¿Por qué elegir entonces la de un
emisario de Televisa? Pésima elección. Tercera: al menos, en marzo del año pasado
se dio un comunicado oficial de la reunión Kushner-EPN. Con AMLO, solo se
filtraron algunos puntos e incluso el propio AMLO dijo, al día siguiente, que
habría inversiones por 10 mil millones de dólares. ¿A cuenta de qué? ¿En qué
áreas? ¿Qué se comprometió a cambio? ¿Cuáles fueron los acuerdos concretos bajo
la bendición de Televisa? Como Peña Nieto, López Obrador tendió la alfombra
tricolor al yerno de Trump. Ni más ni menos.
OPACIDAD. “Desde el arranque del actual Gobierno,
Pemex ha adjudicado, por invitación restringida, al menos siete contratos por
unos 2 mil 300 millones de dólares, según datos del portal de Pemex Exploración
y Producción”, reveló la reportera Karla Omaña en el diario Reforma del viernes
22 de marzo. Similar a la administración de EPN, otra vez la opacidad, el
licitar sin competencia, el favorecer en secrecía. Y allí está la perla mayor:
la Secretaria de Energía, Rocío Nahle, eligiendo a su conveniencia a cuatro
empresas bajo fuertes acusaciones de corrupción a nivel internacional, para que
se repartan la construcción de la Refinería Dos Bocas. ¡Al carajo con la
transparencia! Basta un solo ejemplo comparativo: el 47% de los contratos del
NAIM Texcoco – alrededor de 137 mil millones de pesos-, se adjudicó sin licitar
por parte del gobierno peñista. (SinEmbargoMx- Daniela Barragán-4/Abril/2018).
Hoy por hoy, la práctica no cambia. No hay diferencia. La opacidad es la misma.
Peña Nieto y López Obrador son similares en este aspecto.
Y apenas van
130 días de Gobierno.
A la luz de los hechos, el Presidente
López Obrador tiene en su corazón a un priista agazapado.
A su estilo,
a su manera, con sus formas, pero AMLO
ha hecho cosas más parecidas a Peña Nieto que a Benito Juárez.
Allí están
los hechos.
¿Quién los
desmiente?
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