Raymundo
Riva Palacio.
El
presidente Andrés Manuel López Obrador se volvió a meter en un pantano al
exhortar a la monarquía española y al Vaticano a ofrecer disculpas por los
atropellos y el avasallamiento durante la Conquista. Levantó una polvareda en
España, donde este martes todos los partidos, salvo Podemos, cuestionaron o se
burlaron de la petición de López Obrador, que corrió la misma suerte en México,
donde las redes sociales que tanto ha bendecido se voltearon furiosamente
contra él desde el lunes. El gobierno español rechazó que La Zarzuela vaya a
ofrecer esas disculpas y lamentó que se haya dado a conocer extractos de la
carta que envió hace 15 días a Madrid. Al preguntarle la prensa al Presidente
sobre la filtración de la carta, negó que él o alguien en su gobierno lo
hubieran hecho, aunque horas después difundió un video grabado en la zona
arqueológica en Comalcalco, Tabasco.
En el video,
donde socializa la petición a los dos Estados europeos, aparece con su esposa, la
historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, quien, tras subrayar la primera defensa
contra las tropas de Hernán Cortés hace 500 años, en la cercana Centla, dijo
que “recordar es imprescindible para comprender el pasado y prever para el
futuro”. La presencia de Gutiérrez Müller era lo que voceros oficiosos de López
Obrador hacían notar como lo más importante del evento, que debió de haber sido
mucho más que eso, pues el Presidente dejó plantados a los más altos mandos de
la Marina en Acapulco, donde iba a otorgar reconocimientos a varios de ellos,
incluido el secretario, el almirante José Rafael Ojeda. El protagonismo de la
esposa del Presidente sólo se explica por su papel como la verdadera impulsora
de la iniciativa reivindicatoria.
La señora
Gutiérrez Müller fue nombrada en noviembre pasado como la cabeza del Consejo
Asesor Honorario de la Coordinación Nacional de Memoria, que no tiene funciones
ejecutivas, pero ayudaría con sus recomendaciones a formular y diseñar
políticas. En las funciones que mencionó López Obrador se incluía recuperación
de acervos culturales y transparencia de documentación, pero no se hablaba en
ninguna parte de iniciativas reivindicatorias. Sin embargo, sus atribuciones
parecerían exceder las propias de ese Consejo. En el sector diplomático la
señalan como la autora intelectual detrás del exhorto que lanzó el Presidente.
Una breve
noticia que apareció este martes en la prensa de la Ciudad de México, señala
que en enero pasado, en el marco de la visita del presidente del gobierno español,
Pedro Sánchez, a México, la señora Gutiérrez Müller se reunió con la ministra
de Justicia de España, Dolores Delgado, a quien le habló del interés del
gobierno para solicitar las disculpas del Estado español por los agravios
registrados durante la Conquista, a lo cual se llegara de común acuerdo a lo
largo de una serie de encuentros que culminaran en 2021, en el 500 aniversario
de la Conquista de la Nueva España. Este encuentro no fue confirmado de manera
independiente, pero tampoco fue desmentido.
En todo
caso, el papel de la señora Gutiérrez Müller, cuya tesis de maestría en
Literatura es sobre La Historia Verdadera de la Nueva España, de Bernal Díaz
del Castillo, no puede ser soslayado. Ella puede tener todos los méritos
posibles –es doctora en Literatura–, pero no tiene el mandato constitucional de
su esposo. López Obrador fue electo con más de 30 millones de votos, que le dan
la fuerza política y moral para hacer muchas cosas, pero no para compartir la
Presidencia. El cargo no es bicéfalo, y ya tuvimos la experiencia durante el
gobierno de Vicente Fox, donde Marta Sahagún tenía una intervención ejecutiva
–irregular e ilegal– en los asuntos públicos, que la llevó a convertirse en una
eficaz intermediaria y gestora de temas delicados –pero en forma metaconstitucional.
Las esposas
de los presidentes no están sujetas a controles ni a mecanismos de rendición de
cuentas. Tampoco representan la voluntad popular de nadie. Su papel puede ser
decorativo, o puede contribuir con trabajo voluntario a la gestión del
Presidente. Los excesos no han sido buenos, como sucedió con Angélica Rivera,
esposa de Enrique Peña Nieto, quien, al cederle tantos espacios de gestión,
protagonismo y frivolidad, lo llevó a situaciones de presunta corrupción –que
tendrán que investigarse en la familia de la señora– y de escándalo que
arrastra pesadamente. Margarita Zavala fue discreta en público, sin usurpar
funciones de gobierno, pero no dejó de hacer política partidista mientras su
esposo, Felipe Calderón, gobernaba.
Gutiérrez
Müller no tiene la personalidad de ninguna de ellas, pero va más rápido a jugar
el papel de influencia de Sahagún, entrometiéndose en temas sensibles, como el
caso del exhorto, que lo había ido posponiendo el Presidente hasta que cedió.
López Obrador asumió su posición de Jefe de Estado para cumplir los deseos, se
puede argumentar, de la doctora Gutiérrez Müller. En el fondo él lo cree
importante, pero los tiempos políticos, por las consecuencias, no eran los
mismos que los de su esposa.
Al final, el
costo político y el desgaste público no se los llevó ella, sino el Presidente,
cuya acción desconcertó a muchos y le causó desde burlas e insultos, hasta
descalificaciones y críticas. Son muchos los frentes que está abriendo, algunos
de trascendencia para los mexicanos y su gobierno que requieren inteligencia y
dirección. Introducir un tema que generaría conflicto, que ni es urgente ni
cambiará la vida de los mexicanos para satisfacer a su esposa, no es propio de
un Jefe de Estado. Menos de él, que hace mucho tiempo deja claro que quien
manda es él, y que el poder no lo divide, al menos, hasta este episodio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.