Álvaro Delgado.
Derrumbada hasta el tercer lugar en las elecciones de 2012, la panista Josefina Vázquez Mota se esfumó
de México y se refugió en Europa, un tiempo largo en Dublín. Su reaparición fue,
como invitada de honor, a la asunción de Enrique Peña Nieto, y ya se sabe a
cambio de qué: De más de mil millones de pesos para su proselitismo personal.
Ahora Vázquez Mota
es, por “dedazo”, la candidata del Partido Acción Nacional (PAN) a la gubernatura
del Estado de México, la entidad que ocupa el primer lugar en corrupción, donde
tiene plena vigencia el principio político según el cual todo lo que puede
comprarse con dinero resulta barato y cuyo más prominente representante es
justamente quien le dio la millonada: Peña Nieto.
“¡No tengo ningún
temor de enfrentar a los poderosos, a los que se quedan con todo y sólo
reparten migajas!”, exclamó Vázquez
Mota en el registro de su precandidatura en el PAN, el domingo 19, siendo parte ella misma de los que reciben
“migajas” del poder priista, como son los MIL 36 millones de pesos de dinero
público que recibió directamente de Peña, acreditados por documentos exhibidos
por la asociación civil Mexicanos contra la Corrupción.
Se trata de un
inobjetable acto de corrupción política al más alto nivel: Peña dio la
instrucción como presidente de la República, la ejecutó Luis Videgaray cuando
era secretario de Hacienda y los recursos etiquetados al Instituto de Mexicanos
en el Exterior los canalizó José Antonio Meade como canciller a la fundación
Juntos Podemos, que preside Vázquez Mota.
¿A título de qué Peña
le entregó más de mil millones de pesos a Vázquez Mota para que ésta, a su
vez, los canalizara a organizaciones que supuestamente apoyan a los mexicanos
en Estados Unidos? Sólo lo saben ella y
Peña, y Videgaray y Meade, que pese al enroque en sus cargos están en la
entraña de un entramado de maloliente corrupción.
¿Cuántos mexicanos en
Estados Unidos se beneficiaron con los más de mil 36 millones de pesos que le fueron
arrebatados a los consulados? ¿Se
utilizó de manera honesta el dinero para ese fin o se usó para el disfrute de
una burocracia en banquetes y viajes, como los que hizo Vázquez Mota a Estados
Unidos para ayudar a mexicanos que ya abandonó? No se sabe, porque la panista
no rinde cuentas, pero tampoco Peña, Videgaray y Meade.
Y es que la
transparencia y la rendición de cuentas no son el fuerte de Vázquez Mota, quien
nunca ha hecho público su patrimonio en su trayectoria como secretaria de
Desarrollo Social y de Educación, así como diputada federal y candidata
presidencial. Tras la campaña de 2012 sus ex colaboradores decían que se quedó
con deudas pero también con dinero, y nadie sabe de qué vive si no trabaja
desde noviembre de 2011.
¿Pero qué tiene que ver Vázquez Mota con el Estado de
México? Salvo que reside en el fraccionamiento La Herradura, municipio de
Huixquilucan, nada: Ahí duerme, porque su vida la hace en la Ciudad de México
–en Polanco– y fuera del país, pero
desconoce su geografía y sus problemas, tanto que ha sido muda sobre la
corrupción, la violencia, la inseguridad, los feminicidios y el gobierno
corruptor de Eruviel Ávila.
No tiene el pulso de la sociedad –de las zonas urbanas y
rurales de su inmenso territorio– ni conoce siquiera la vida interna del PAN
del Estado de México. Su única prenda es sólo ser la más conocida de los
prospectos para la candidatura, pero ser conocida no significa ser competitiva.
Las encuestas, aun con su desprestigio, la ilustrarán.
Llama la atención que
Vázquez Mota haya contratado como su estratega al colombiano Mauricio de
Vencoechea, un consultor que sólo ha trabajado con políticos priistas de la
talla de Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones y candidatos a gobernadores, no
siempre con éxito, y que ponga en manos de ex priistas la operación de tierra
de su campaña.
Otro dato que desconcierta es que Josefina perfile como su
coordinador de campaña a Eduardo Rivera Pérez, tan fuereño e ignorante del
estado como ella, porque si bien nació en Toluca, toda su vida política la ha
hecho en Puebla, donde fue alcalde de la capital en el mismo año y con los
mismos mecanismos con los que ganó la gubernatura Rafael Moreno Valle, situados
en bandos opuestos en el PAN.
Rivera Pérez es un militante juramentado de El Yunque, la
organización secreta de ultraderecha que en el PAN del Estado de México tiene
una presencia importante con los bravo boys, chocante anglicismo con el que se
denomina a los discípulos de Luis Felipe Bravo Mena, el dos veces derrotado
candidato de ese partido al gobierno del estado.
No es fortuita esta
coincidencia: Bravo Mena fue testigo directísimo del inicio de la corrupción
del PAN en el Estado de México –que luego se extendió a todo el país– como
presidente nacional de ese partido, a principios del siglo y del milenio,
cuando el exgobernador Arturo Montiel, tío de Peña, corrompió a 13 diputados
que se declararon independientes.
Bravo Mena, quien
sabe cómo fluyen los millones de pesos a líderes panistas, no sólo al diputado
federal Ulises Ramírez –que de cacique del PAN planea volver a su origen
priista–, hoy preside la Comisión Anticorrupción de ese partido que avala la
corrupción política que representa el regalo de mil 36 millones de pesos de Peña
a Vázquez Mota.
Con estas credenciales Vázquez Mota disputará la gubernatura
ante el priista Alfredo del Mazo, primo de Peña, y Delfina Gómez, la candidata
de Morena, en una campaña que definirá quién tiene autoridad moral y política
para ofrecer un gobierno que combata la corrupción. Porque ¿cuándo se ha visto que un corrupto ataque la corrupción?
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