Jorge Suárez-Vélez.
No sé si usted tenga
tiempo para leer. No lo digo como insulto. Pero me resultaría imposible
entender las decisiones que ha tomado, y particularmente las que ha dejado de
tomar, sin atribuirlas a que usted no lee lo que muchos —infinitamente más
inteligentes que yo— escriben a diario en columnas como la mía. Le prometo que
le tomará sólo unos minutos.
Usted y yo platicamos a solas por casi dos horas cuando era
gobernador del Estado de México. Me dio la impresión de ser un buen tipo, con
quien era fácil dialogar, nos hablamos 'de tú', y salí de ahí con la impresión
de que usted era un pragmático, pero además, sorprendido de su concepto de
lealtad.
Quizás eso explica
que haya usted mantenido en su gabinete a gente que merecería haber salido hace
mucho tiempo, gente que lo ha dañado a usted, a su administración y al país.
Su nivel de aprobación es quizás el más
bajo jamás registrado, porque innecesariamente usted ha sido el pararrayos de
la incapacidad y del cinismo de quienes lo rodean.
Ha solapado niveles
de corrupción que aún en México son escandalosos. ¡Vamos!, cosas que hicieron
Borge en Quintana Roo, o Duarte en Veracruz, provocarían que un dictador
africano se sonrojara.
Hay enormes vacíos de
información sobre lo que hicieron quienes ya no están, como lo de Lozoya con
Odebrecht o Fertinal en Pemex, pero también entre quienes siguen ahí, usted
sabe quiénes son, y no merecen su lealtad. Cuando esos vacíos prevalecen,
lejos de olvidarse, se pudren. Pasa
usted de ser tolerante a cómplice.
Borge, en teoría
buscado por las autoridades, recientemente esquiaba plácidamente en Vail, a la
vista de todos. El problema de tanto gobernador prófugo es que todos asumimos
que usted no quiere encontrarlos, porque la primera defensa que tendrán es
mostrar que parte del dinero faltante en sus administraciones estatales se fue
a pagar su campaña presidencial. ¿Qué cree? Ya lo asumimos, y usted paga un
costo elevadísimo. ¿Por qué no al menos
obtiene el beneficio de ser usted quien mete a la cárcel a tan nefastos
personajes?
Será su
administración la que marque el inicio del retroceso de México como país
ejemplar en el manejo responsable y ortodoxo de sus finanzas públicas. No es
algo menor. Llegan a su fin más de 20 años de ejemplar disciplina en el
gasto, a pesar de partidos distintos en el poder, de gradualmente 'pesificar'
nuestra deuda pública, de ganar credibilidad para permitirle al gobierno emitir
deuda en pesos a plazos largos, y en dólares a costos a los que sólo aspiran
deudores confiables.
Su gobierno
presenciará la primera reducción en la calificación de crédito del país y,
potencialmente, incluso el que se nos retire el grado de inversión. Lo
sorprendente es que ese daño se ha hecho en forma consciente, privilegiando
objetivos y tiempos políticos. Lo peor es que posponer el ajuste al precio
de las gasolinas o la indispensable racionalización del gasto ni siquiera
rindió frutos, pues su partido fue aplastado en las elecciones estatales. Ahora, se topa con una combinación
terrible: el gasolinazo ocurre cuando el precio del petróleo es más alto, el
peso más débil, el vecino cuestiona nuestra amistad, y su aprobación está por
los suelos. Además, hay elecciones en el Estado de México, sumamente
importantes, pero que dada la selección
de su primo a la candidatura del PRI, parecería estar dispuesto a perder; la
costosa lealtad, nuevamente.
El pésimo manejo de
las finanzas públicas lo pone en un callejón sin salida. Dejará al país mucho
más endeudado (50 por ciento del PIB vs 30 por ciento cuando llegó al poder) y
con una deuda más dolarizada (30 por ciento vs 10 por ciento), con demasiado
gasto superfluo y poquísima inversión pública. Es imposible competir por
inversión con nuestros vecinos, que reducirán fuertemente tasas impositivas. No
tenemos margen para imitarlos.
Lo bueno de su 7.0
por ciento de aprobación es que la distancia a cero es muy corta. Tiene poco
que perder y 93 puntos que ganar. ¡Juéguesela!
Defienda su legado, que no es menor. Sus reformas energética
y de telecomunicaciones son históricamente trascendentes, y le dan a México un
potencial de crecimiento muy superior, pero están en peligro.
Nos quedará a deber
una reforma judicial indispensable, una reforma educativa de verdad, y una
reforma fiscal sensata. Se le acabó el tiempo. Pero podría ser quien detone la bomba anticorrupción.
¿Necesita blindarse
con una amnistía para hacerlo? No lo sé. Quizá no haya opción para evitar que muchos poderes, públicos y
privados, boicoteen el intento. Pero, nombre un fiscal anticorrupción
inobjetable y empodérelo. El resultado sobrepasaría a todas sus reformas
sumadas y, más aún, las protegería como legado.
Pase a la historia como quien se atrevió a empezar el
cambio. El riesgo de no hacerlo es enorme para usted, pues nada será más políticamente rentable para su sucesor que hacerlos
pedazos a usted y a su legado.
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