Salvador
Camarena.
Al presidente
más reacio a romper formalismos del poder tocará, por obligación, renunciar a
buena parte del mando cinco meses antes de la fecha que marca la Constitución.
La elección ha transcurrido sobre un
creciente reguero de cadáveres. Mientras la clase política se afana en
aparentar normalidad a la hora de dirimir los comicios, múltiples grupos
criminales han seguido su exitosa agenda de apropiación del poder. El qué hacer frente a los aumentos
en los índices de violencia son la sustancia inexistente en el debate político.
Las estadísticas criminales van al
alza de manera consistente, producto de la estrategia fallida de este sexenio,
esa que fue presentada como la corrección de la estrategia fallida del pasado.
Frente a ello, no puede haber más
dilación ni plazos que, por más constitucionales que sean, sólo crearán un
vacío de poder aún más grande del que el peñismo ha representado. En la agenda de la defensa del Estado
de derecho este gobierno es no un socavón, sino un perfecto hoyo negro. Por lo
anterior, si los impulsos más halcones
de la administración no se imponen, si nadie se intenta robar la elección -para
decirlo claramente-, al día siguiente de las votaciones Enrique Peña Nieto
debería buscar una cohabitación.
La
Constitución marca cinco meses entre la fecha de estas elecciones y la del
traspaso formal del poder. México no está para ese lujo decimonónico.
Es cierto
que al no tener una alta burocracia profesional, una que no dependa de los
vaivenes electorales, los plazos resultan lógicos para que la parvada que habrá
de salir deje medianamente en orden la contabilidad en los distintos
ministerios.
Y además,
los recién electos habrán apenas de conocer la real profundidad de los
problemas, esa que los gobernantes no se dicen ni así mismos la mayor parte del
tiempo. A pesar de esos dos factores, o precisamente por ellos (el gobierno
saliente no heredará una policía consolidada, el gobierno entrante habrá hecho medio
al tanteo su estrategia en temas como el de seguridad, etcétera), el desafío al
Estado de derecho no puede quedar entrampado en recelos de los actuales y de
los venideros, y menos en plazos que marcan un traspaso de poder para tiempos
normales, cuando el actual es uno de emergencia.
La administración que quiso obviar en
público el tema de la inseguridad ahora deberá diseñar un esquema de
cohabitación para que en los hechos las cosas empiecen a revisarse en los
primeros días de julio. Después del 1 de julio no hay espacio para la distancia
entre perdedores y ganadores. Un ejercicio de grandeza, sin barrunto de
precedente en el peñismo, será necesario para que los criminales reciban el
claro mensaje de que la clase política logró, por fin, unirse, consciente de
que el país está bajo una amenaza inédita, y decidida a enfrentarla
colaborativamente sin dilación ni reservas.
Sin Estado de derecho no hay garantía
para las inversiones extranjeras, no hay margen para negociar con firmeza con
el orate de Washington, no hay certeza en las calificaciones de la banca
internacional, no hay política productiva que resista extorsionadores y/o los
costos de pagar seguridad privada. La reforma educativa serviría para dar
salarios que terminarán en manos del narco, la energética sufriría
huachicolización y el sistema de salud cancelaría más espacios regionales al no
poder garantizar la seguridad del personal. Sin Estado de derecho sólo
empeorarán los retos de la migración, propia y de paso, y en el peor de los
mundos, se condena a los más pobres a recibir los peores salarios y a
'acompletar' para vivir con dádivas oficiales, pues la derrama económica
padecerá los costos de una economía donde el gobierno no garantiza la seguridad
de nadie.
Peña Nieto puede contribuir a que el
momento de su partida sea menos sombrío, a que se le reconozca que dentro de la
tragedia supo entender que el país se le había ido de las manos y al menos tuvo
la altura de procurar ayuda en una larguísima e incómoda cohabitación. Todo un reto
para todos, pero no hay de otra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.