Javier Risco.
Es
fascinante cómo se encadenan los hechos, las acciones y las repercusiones.
Consecuencias inesperadas que alcanzan niveles fuera de lo imaginado.
Todo
comienza con un simple dedo en el botón que acciona la cámara de un teléfono y
acaba en un asunto diplomático y comercial que involucra a potencias mundiales.
Dedos que se
apuntan desafiantes; dedos que se mueven negativamente de un lado a otro;
pulgares hacia abajo y pulgares hacia arriba. De eso va esta historia: de
dedos.
El dedo en
el botón pertenece a un joven llamado Michael Rohana, a quien una noche de
febrero de 2018, mientras dormía plácidamente en su habitación, le golpearon la
puerta con urgencia sacándolo bruscamente del sueño. Esto sucede en Estados
Unidos, en Filadelfia, para poner el dedo en el mapa. Así que como no puede ser
de otra manera, los nudillos que golpearon enérgicamente la madera pertenecían
a un policía. El muchacho fue sacado de su cama y de su casa y llevado a la
comisaría, donde fue obligado a confesar su fechoría y a devolver el cuerpo
incriminatorio. ¿De qué se le acusaba?
Durante la
fiesta de Navidad de 2017 que se realizaba en el museo del Instituto Franklin
de Filadelfia, Michael logró escabullirse en la sala en la que eran expuestas
diez de las más de 8,000 figuras de los famosos Guerreros de Terracota de
Xi’an, un patrimonio de la humanidad de más de 2,200 años de antigüedad. Según
la investigación, el muchacho caminó usando su teléfono como linterna hasta
llegar a la instalación y, como si de una fiesta en la playa cualquiera se
tratará, se tomó una selfie junto a los milenarios soldados. No sé de arte ni
de antigüedades (al parecer el joven tampoco), pero imagino que este simple
hecho es una blasfemia ante tan delicados e invaluables objetos. La cosa es que
al tomarse la foto el muchacho se recargó de más y rompió el dedo de una de las
figuras. Imagino que entró en pánico y preso de él no encontró nada mejor que
recoger el dedo y llevárselo a casa.
Aquí
comienza una escalada insólita y exponencial.
El dedo fue
restaurado y devuelto a su mano, pero China no estaba conforme y quería sentar
un precedente ejemplar con el incidente. A partir de ese momento, ordenan la
paralización de todos los intercambios y cesiones culturales que tenían en
agenda, un decreto que al día de hoy sigue en vigor. Si mover algo en nuestra
agenda es un dolor de cabeza, imaginen el problema de mover exposiciones en
todos los museos del mundo a los que los míticos soldados y otras tantas
riquezas chinas debían visitar durante el año pasado y este.
Ahora los
museos están buscando llenar los vacíos de agenda que tienen y los soldados
están acuartelados en su país de origen hasta nuevo aviso.
Pero eso no
es todo. El incidente del dedo de Filadelfia, como se le llama, fue el punto de
partida para un enfrentamiento comercial que a punta de ‘arancelazos’ han
librado China y Estados Unidos y que, hasta el día de hoy, tiene repercusiones
en todo tipo de intercambios entre las potencias.
Es
increíble, si ese muchacho se hubiera metido a la sala del museo y en lugar de
“la selfie pa’ subirla al Face” se hubiera detenido a pensar en lo afortunado
que era al estar en la misma habitación que una creación más antigua que
nuestra era, nada de esto se estaría contando ahora. En el fondo, cuando puso
su dedo en el botón de la foto, el joven sólo quería ser reconocido.
Yo lo
reconozco poniendo mi índice en mi sien y moviéndolo como si apretara un
tornillo.
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