jueves, 25 de abril de 2019

Corrupción a la carta.


Salvador Camarena.

El anuncio que en su momento hizo Andrés Manuel López Obrador, de que no perseguiría a los corruptos del pasado, provocó que buena parte de sus seguidores se desencantara ante lo que algunos leían como una renuncia a las promesas de cambio.

AMLO pactó con Enrique Peña Nieto, llegaron a decir otros, entre ellos no pocos de sus detractores.

Sin embargo, y como ya se ha apuntado en esta columna, es probable que López Obrador tuviera otras razones, pragmáticas, para ese anuncio.

Por principio de cuentas, si vas a llegar a la Presidencia y ahora serás el último responsable (con Fiscalía autónoma o no) de que se procese a los corruptos, no quieres tener desde el primer día la presión de una opinión pública contándote los minutos para que caiga el primer “pez gordo”. Remember a Pancho Barrio, que nunca pescó a ninguno.

Así, el anuncio de mejor veamos hacia delante tiene, antes que nada, como propósito el despresurizar la expectativa.

En segundo lugar, cualquiera que haya vivido dentro del sistema político mexicano sabe, como lo estableció Zaid hace mucho, que la corrupción no está en el sistema, sino que la corrupción es el sistema.

Por más poderoso que se considere a sí mismo cualquiera de nuestros gobernantes, y López Obrador no es modesto al respecto, sabe que meter a la cárcel a una persona es muy fácil, pero demostrarle delitos y derrotarle en un juicio es cosa aparte. Remember que a la maestra le acaban de regresar sus bienes, y eso estaba claro que pasaría desde el momento en que Murillo Karam salió a anunciar los cargos por los cuales habían detenido a Elba Esther. Ese caso siempre olió a quinazo.

En tercer lugar, la decisión de López Obrador de postergar el inicio de los megaprocesos por corrupción pudo obedecer a otra razón estratégica. Meter a la cárcel le encarece acuerdos con opositores que necesita para reformas constitucionales. Si empezaba a barrer la escalera, en una de esas no le alcanzaba para imponer un nuevo marco regulatorio en materias que le interesaban como la reforma educativa y la Guardia Nacional. Remember a unos diputados amarillitos, capitalinos para más señas; si a algunos de ellos les hubieran abierto procesos, por ejemplo, igual y a Morena no le alcanzaban las canicas en las votaciones.

Y en cuarto lugar, con la vara que mida Andrés Manuel a sus opositores, con esa misma vara será medido cuando explote un escándalo sobre algún personaje de su movimiento. Ya se sabe que López Obrador ha dicho, desde la noche misma de su triunfo, que será implacable incluso con su familia si incurren en corrupción, pero esa promesa será puesta a prueba, realmente, cuando empiecen los juicios contra los de enfrente, como parece que es lo que ocurrirá en un escenario no tan lejano.

Y es que ayer, desde el púlpito presidencial, López Obrador ya dijo que la gente, esa que él escucha, le pregunta que por qué no hay nadie en la cárcel. Acto seguido, espoleado por huestes digitales disfrazados de periodistas, anunció que reactivará la consulta para ver si hay que perseguir a los expresidentes.

De remate, la prensa reportaría más tarde que AMLO ha enviado ya a la Función Pública un memorándum para que se castigue a exfuncionarios del gobierno (es un decir) de Peña Nieto.

Quizá sólo fue una calentura de miércoles. O quizá, y contrario a sus dichos iniciales, en el ánimo del señor Presidente ha llegado el momento de abrir procesos en contra de peces gordos del pasado, lo que nos lleva a una cuestión delicada.

Aunque impopular, sonaba inteligente no prometer que habría racimos de detenciones y, mientras, con sigilo, pero sobre todo eficiencia, investigar y sustentar acusaciones para en el momento propicio a la justicia, que no a la política, proceder en contra de corruptos. Por el contrario, suena popular pero altamente riesgoso, para el proyecto del señor Presidente y para la sociedad, lo que se antoja como una decisión de apresurar expedientes para que se vea la voluntad de perseguir a los corruptos y que la gente ya no reclame al gobierno que no hay nadie en la cárcel.

Ojalá lo de ayer –mañanera y memorándum– hayan sido puntadas de un mal miércoles. Y que el gobierno se tome el tiempo necesario, el debido, para armar casos que no acaben con el típico ‘usted disculpe’ de siempre. Sería horrible que el gobierno del cambio terminara siendo, en cuanto peces gordos, igualito que los gobiernos neoliberales. Horrible.

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