Salvador
Camarena.
El anuncio
que en su momento hizo Andrés Manuel López Obrador, de que no perseguiría a los
corruptos del pasado, provocó que buena parte de sus seguidores se desencantara
ante lo que algunos leían como una renuncia a las promesas de cambio.
AMLO pactó
con Enrique Peña Nieto, llegaron a decir otros, entre ellos no pocos de sus
detractores.
Sin embargo,
y como ya se ha apuntado en esta columna, es probable que López Obrador tuviera
otras razones, pragmáticas, para ese anuncio.
Por
principio de cuentas, si vas a llegar a la Presidencia y ahora serás el último
responsable (con Fiscalía autónoma o no) de que se procese a los corruptos, no
quieres tener desde el primer día la presión de una opinión pública contándote
los minutos para que caiga el primer “pez gordo”. Remember a Pancho Barrio, que
nunca pescó a ninguno.
Así, el
anuncio de mejor veamos hacia delante tiene, antes que nada, como propósito el
despresurizar la expectativa.
En segundo
lugar, cualquiera que haya vivido dentro del sistema político mexicano sabe,
como lo estableció Zaid hace mucho, que la
corrupción no está en el sistema, sino que la corrupción es el sistema.
Por más poderoso que se considere a
sí mismo cualquiera de nuestros gobernantes, y López Obrador no es modesto al
respecto, sabe que meter a la cárcel a una persona es muy fácil, pero
demostrarle delitos y derrotarle en un juicio es cosa aparte. Remember que a la maestra le acaban
de regresar sus bienes, y eso estaba claro que pasaría desde el momento en que
Murillo Karam salió a anunciar los cargos por los cuales habían detenido a Elba
Esther. Ese caso siempre olió a quinazo.
En tercer
lugar, la decisión de López Obrador de
postergar el inicio de los megaprocesos por corrupción pudo obedecer a otra
razón estratégica. Meter a la cárcel le encarece acuerdos con opositores que
necesita para reformas constitucionales. Si empezaba a barrer la escalera, en
una de esas no le alcanzaba para imponer un nuevo marco regulatorio en materias
que le interesaban como la reforma educativa y la Guardia Nacional. Remember a
unos diputados amarillitos, capitalinos para más señas; si a algunos de ellos
les hubieran abierto procesos, por ejemplo, igual y a Morena no le alcanzaban
las canicas en las votaciones.
Y en cuarto
lugar, con la vara que mida Andrés
Manuel a sus opositores, con esa misma vara será medido cuando explote un
escándalo sobre algún personaje de su movimiento. Ya se sabe que López Obrador
ha dicho, desde la noche misma de su triunfo, que será implacable incluso con
su familia si incurren en corrupción, pero esa promesa será puesta a prueba,
realmente, cuando empiecen los juicios contra los de enfrente, como parece que
es lo que ocurrirá en un escenario no tan lejano.
Y es que ayer, desde el púlpito presidencial, López
Obrador ya dijo que la gente, esa que él escucha, le pregunta que por qué no
hay nadie en la cárcel. Acto seguido, espoleado por huestes digitales
disfrazados de periodistas, anunció que reactivará la consulta para ver si hay
que perseguir a los expresidentes.
De remate, la prensa reportaría más tarde que AMLO ha
enviado ya a la Función Pública un memorándum para que se castigue a
exfuncionarios del gobierno (es un decir) de Peña Nieto.
Quizá sólo fue una calentura de
miércoles. O quizá, y contrario a sus dichos iniciales, en el ánimo del señor
Presidente ha llegado el momento de abrir procesos en contra de peces gordos
del pasado, lo que nos lleva a una cuestión delicada.
Aunque impopular, sonaba inteligente
no prometer que habría racimos de detenciones y, mientras, con sigilo, pero
sobre todo eficiencia, investigar y sustentar acusaciones para en el momento
propicio a la justicia, que no a la política, proceder en contra de corruptos.
Por el contrario, suena popular pero altamente riesgoso, para el proyecto del
señor Presidente y para la sociedad, lo que se antoja como una decisión de
apresurar expedientes para que se vea la voluntad de perseguir a los corruptos
y que la gente ya no reclame al gobierno que no hay nadie en la cárcel.
Ojalá lo de
ayer –mañanera y memorándum– hayan sido puntadas de un mal miércoles. Y que el
gobierno se tome el tiempo necesario, el debido, para armar casos que no acaben
con el típico ‘usted disculpe’ de siempre. Sería horrible que el gobierno del
cambio terminara siendo, en cuanto peces gordos, igualito que los gobiernos
neoliberales. Horrible.
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