Adela Navarro Bello.
Al entrar al segundo
tercio de la campaña política por la Presidencia de la República, los
candidatos, ni el oficial ni los de oposición, han podido mover el marcador que
de entrada le dio la ventaja al candidato de Morena, Andrés Manuel López
Obrador. Depende de la encuesta que se lea, su posicionamiento va desde un 35
hasta un 50 por ciento dentro del electorado, dejando a unos 20 puntos al
segundo lugar, que
usualmente es Ricardo Anaya Cortez, y a por lo menos 25 puntos de la tercera
posición, también de manera rutinaria ocupada por el abanderado del PRI, José Antonio
Meade Kuribreña.
El resto de los candidatos, los independientes
Margarita Zavala Gómez del Campo, y Jaime Ramírez Elizondo, están tan en el desánimo
del electorado que no alcanzas ni las dos cifras dentro de las preferencias
electorales, si el día que se aplican las encuestas fuera el día de la
elección.
Estas condiciones de
una ventaja tan marcada entre la primera posición y el resto resultan inéditas,
incluso para López Obrador quien ya vivió dos procesos electorales federales
para la Presidencia de la República. Tanto en 2006 como en 2012 de hecho, el
ahora candidato de Morena se mantuvo entre los cinco y los diez puntos por
delante o rezagado.
De hecho, un análisis de Consulta Mirofsky de Roy
Campos, indica que previo a la elección de 2006, Andrés Manuel López Obrador
llevaba una ventaja de 3 puntos sobre su más cercano competidor el panista
Felipe Calderón Hinojosa, mientras en el 2012, el de Morena aparecía 10 puntos
abajo del hoy presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Ambas elecciones se deliberaron en el
Tribunal Electoral. El mismo que hoy está marcado por la ignominia política y
avasallado por el PRI, al haber dado la candidatura a Rodríguez Calderón,
desestimando las valoraciones del Consejo del Instituto Nacional Electoral respecto
las trampas en la recolección de firmas.
Es pues la primera ocasión en tres elecciones
presidenciales al hilo que la ventaja de Andrés Manuel López Obrador es tan
clara como considerable, y además, tan distante del segundo y el tercer lugar.
Para ello en la oposición panista acusan que lleva doce años en campaña,
mientras en el PRI desestiman su tercer lugar e incluso crean sus propios
escenarios, al colocarse en segundo lugar en una encuesta realizada por una
desconocida casa encuestadora –incluso para el INE-, Suasor Consultores que
ubica al ex Secretario de Hacienda en el segundo lugar con 22 puntos, solo tres
debajo de López Obrador con 25 por ciento, y arriba de 20 por ciento que le
ponen a Ricardo Anaya Cortez.
La realidad es que el último cruce de las encuestas
realizado por el sitio www.oraculus.mx donde realizan la encuesta de encuestas,
indica que López Obrador mantiene la ventaja con 42.7 de las preferencias, que
le sigue Ricardo Anaya Cortez con un 28.8 por ciento y en tercer lugar el
candidato del PRI, José Antonio Meade Kuribreña, con 21 por ciento de la
intención del voto. Un análisis que no contrasta con la encuesta del periódico Reforma
del mes de abril que situó a López con 48 por ciento, Anaya, 26 por ciento, y
Meade 18 por ciento.
Esta situación por supuesto
ha alertado a quienes encabezan el partido en el poder, el PRI. Desde la
Presidencia de la República, pasando por el Comité Ejecutivo Nacional hasta
quienes ya tienen amarrada su diputación o senaduría plurinominal. Se sienten
en la lona y realmente lo están. Analizan ya no cambiar de candidato, sino como
ganar de la derrota, lo cual se hace usualmente a partir de la negociación con
el segundo lugar.
Por eso no fue ni errático ni coincidencia que hace unos días el panista Anaya haya aceptado que, en dado caso, se
sentaría con quien fuera –ergo la Presidencia de la República, porque esa era
la pregunta que le hicieron- para ganar la elección, textualmente elaboró,
antes de aclarar que no andará ocupado en pelearse con el PRI: ¨Yo estoy absolutamente abierto a construir
con quienes haya que construir para ganar esta elección¨.
En una negociación político electoral como la que es
probable se dé entre panistas y priístas, ambos olvidan que, aun cuando
ciertamente Andrés Manuel López Obrador es quien encabeza el movimiento que hoy
–a dos meses de la elección- lo lleva a la cima de las preferencias
electorales, el problema no es él, sino
ellos. Sino los gobiernos del PAN y
del PRI que en los últimos doce años han llevado a México a los últimos lugares
de competitividad, a los primeros sitios de los índices de corrupción, a ser el
país más inseguro y violento, con más de 103 mil ejecutados por sexenio y en el
que va, los muertos se siguen apilando en todos los estados.
EL PROBLEMA ES LA CORRUPCIÓN.
La cuestión es la estafa maestra de 7 mil millones de pesos orquestada desde secretarías
de estado del gobierno de Enrique Peña Nieto, el tema es la casa blanca
comprada por más de 7 millones de dólares a un contratista del gobierno por
parte de la familia del presidente, el meollo son los desvíos por más de 3 mil
millones de pesos en la Secretaría de Desarrollo Social durante la época de
Rosario Robles y un cachito de la de José Antonio Meade. Lo grave es el caso
Odebrecht que ha sido congelado por la Procuraduría General de la República porque
implica un soborno de más de 10 millones de dólares a uno de los más íntimos
amigos del presidente de la República.
El asunto es que José
Antonio Meade Kuribreña, como Secretario de Relaciones Exteriores, entregó un
contrato para limpieza de oficinas de la dependencia –de acuerdo a la unidad de
Datos de Sinembargo- por 168 millones de pesos, 165 millones a una sola
empresa, y cuyos contratos en su parte técnica fueron reservados por la misma
Secretaría para no darse a conocer hasta el año 2021.
El problema son los
moches que los legisladores del Partido Acción Nacional bajo la batuta de
Ricardo Anaya Cortez solicitaron a Alcaldes y Gobernadores para entregarles
migajas de los miles de millones de pesos de excedentes del presupuesto federal
y que los diputados repartieron a discreción.
El tema es que
Manhatttan Master Plant Development, la empresa que adquirió en 54 millones de
pesos la nave industrial propiedad de Ricardo Anaya Cortez fue declarada por el
Sistema de Administración Tributaria (SAT) como empresa fantasma, igual a las
que utilizó el ex gobernador César Duarte para sacar 250 millones de pesos del
erario de Chihuahua, compañías declaradas fantasma por la autoridad fiscal.
EL PROBLEMA ES LA
CORRUPCIÓN, tanto el candidato del PRI como el del PAN,
cargan con casos de corrupción al interior de su partido, con sus
correligionarios y en carne propia, dado que ambos partidos han gobernado el
país los últimos doce años.
El asunto es que no se
ve por parte del gobierno de la República, de sus legisladores, un ánimo por
demostrar que no son tan corruptos, o que quieren cambiar el sistema para
perseguir a los corruptos.
En el Poder Legislativo
diputados y senadores terminaron el periodo de sesiones sin eliminar el fuero
para que el presidente de la República pueda ser juzgado, terminar ¨su trabajo¨
sin modificar la Ley para tener una Fiscalía autónoma y después nombrar un
Fiscal General de la República, y por ende un Fiscal Anticorrupción para
perseguir a los corruptos.
En contraparte
aprobaron otras iniciativas como aquella de la Ley General de Comunicación para
gastar a manos llenas el dinero del presupuesto en campañas de culto a la
personalidad, como las que Enrique Peña Nieto ha utilizado a razón de 40 mil
millones de pesos en cinco años de acuerdo a Fundar.
O el hecho que los
Senadores del PRI hayan llegado a la sesión del jueves 26 de abril, con
únicamente dos nombres –habían recibido 34 solicitudes- para votar por dos
consejeros para el Instituto de Transparencia y Acceso a la Información de Datos
Personales (INAI), Blanca Liliana Ibarra Canela y Carlos Alberto Bonnin Erales.
La primera fungía como directora del canal del Congreso y el segundo coordinaba
la unidad de transparencia del Senado. Ambos ligados al PRI.
El problema para Anaya
o Meade, no es López,
es la corrupción con la que cargan ellos
y sus partidos, los mismos que han gobernado México los últimos doce años. Ese
es el asunto, la corrupción. El principal tema de la campaña.
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