Por Milton
Martínez.
El Valle del Yaqui no se escapa de
ese conteo mortal en el que se estiman más de 40 mil desaparecidos y mil 100
fosas clandestinas que han dejado las primeras dos décadas de este siglo en
México.
El imparable
ejecutómetro y los plagios seriales son parte de una realidad que lastiman a la
entidad.
Las Guerreras Buscadoras, discípulas
de Las Rastreadoras del Fuerte, encontraron ocho cuerpos sin vida donde ya
había indagado y explorado la Fiscalía General del Estado.
Como siempre las corazonadas y las
denuncias ciudadanas -que no cesan- llevaron al grupo dirigido por María Teresa
Valadez a alistar sus herramientas y echarse a cuestas el dolor que significa
buscar a un ser querido que ya no se encuentra vivo.
Para darse a la búsqueda, se requiere
valentía, porque no es poca cosa explorar un predio donde existen indicios que
hay personas enterradas en la impune clandestinidad.
Este fue el caso del Campo 30,
perteneciente a la Comisaría de Providencia, en Cajeme, Sonora, donde el 1 de
marzo la Fiscalía sonorense encontró un cadáver y al cabo de unas horas se
olvidaron del hallazgo, como ha ocurrido en los otros cientos de casos
registrados en la entidad.
Pese a la
indiferencia gubernamental, las
Guerreras Buscadoras organizaron una jornada de exploración al poniente
cajemense, con el objetivo de reforzar las indagatorias.
La búsqueda
inició a eso de las diez de la mañana, el camino no fue fácil, fue urgente
salir antes de que amaneciera Empalme, tomar carretera, viajar más de 106
kilómetros rumbo al sur profundo sonorense, ubicar el predio, montar la
herramienta al transporte y organizar al equipo.
Se requiere de la presencia de la
Policía porque se debe entender que estas fosas clandestinas se encuentran en
esos lados ciegos de las ciudades, donde la soledad se vuelve cómplice.
Allí, justo
a un costado de un predio agrícola, donde la flora silvestre satura el
escenario iniciaron su labor la Guerreras Buscadoras.
Recogieron
sus herramientas, se pusieron sus camisetas que les recuerdan a los presentes
que están en este camino de rastreadoras porque un ser querido ya no volvió a
casa sin ninguna explicación; preparan sus fuerzas, entonan una oración que
parte el alma y recorren el polígono irregular señalado.
El primer hallazgo se dio en un
promontorio de tierra, algo que llamó la atención de las buscadoras porque en
un espacio con tanta vegetación, es extraño que haya un espacio libre en ese
gran matorral.
Luego clavaron la pala y el pico en
otro punto similar y el número de encontrados ascendió a cinco.
Contradictoriamente la alegría del hallazgo tiene como premisa la tristeza y
desolación de una familia.
Así, el rastreo las Guerreras
Buscadoras inició con el canto del gallo y concluyó con el canto de grillo, a
pesar de la tardanza de los periciales, del traslado que cansa kilómetro a
kilómetro recorrido, de la esperanza hecha añicos porque ese tampoco fue el día
en el que encontraron a sus seres queridos.
Las
Guerreras Buscadoras iniciaron
actividades en enero del año pasado cuando se unieron a Las Rastreadoras del
Fuerte, Sinaloa, para explorar el Cañón del Nacapule donde encontraron una
narco-hoguera.
Desde entonces, 30 mujeres se
empoderaron como buscadoras en Guaymas – Empalme y ahora extienden su alcances
al Valle del Yaqui y Hermosillo.
En esta zona sureña de Sonora se
tienen más de 350 reportes de personas desaparecidas, que se traducen en más de
700 familias fragmentadas con la violencia.
La líder de las Guerreras Buscadoras,
María Teresa Valadez, intenta localizar a su hermano Fernando, desaparecido el
11 de agosto de 2015.
A ella,
fuentes cercanas le han confirmado que existe un vídeo de seguridad donde unas
personas lo subieron a un automóvil, sin embargo en este cuatrienio las
autoridades no le han dado una sola buena noticia.
Por eso tuvo la iniciativa de
conformar el grupo de búsqueda en Sonora para lograr justicia y acallar el
desasosiego por la partida inesperada de un ser querido.
La periodista Lizfaby Navarro
escribió para el periódico Diario del Yaqui que el “otrora municipio tranquilo
de Cajeme ya no es ajeno a las desapariciones, porque se ha vuelto frecuente
ver que los usuarios de redes sociales claman por información de sus seres
queridos”.
Es una “pena”, describe la
comunicadora originaria de donde se encontró la más reciente fosa clandestina,
que los familiares de los desaparecidos se conformen con que las autoridades
les entreguen los cuerpos sin vida de sus seres queridos, para así cuando menos
“tener una tumba dónde llorarles”.
Estas son
las postales del México salvaje, donde el conteo mortal es imparable y al igual
que la cifra de desaparecidos.
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