miércoles, 24 de abril de 2019

Los niños asesinados.


Javier Risco.

No necesito ver la fotografía de nuevo. La recuerdo nítidamente, del lado izquierdo un niño de un año está tirado en el piso ensangrentado, lo rodean cuerpos en la misma condición, sillas de plástico, mesas desacomodadas y un fotógrafo que ha tenido las agallas de captar este momento. Ocurrió en Minatitlán y distinto a las otras masacres sucedidas en el país, esta se enmarca en la tragedia porque hay un niño en el piso. Al menos en este espacio me he preguntado 20 veces qué sigue, ¿qué necesita este país para indignarse? ¿Qué necesita México para detenerse? ¿Qué falta para que tiremos la toalla y digamos basta, dejemos de ir a nuestros trabajos y digamos ni un muerto más? Sinceramente, aún no lo sé. Lo que sí sé es que las tragedias se van olvidando mientras pasan de las portadas de los medios a las páginas interiores y de pronto en la conferencia matutina se deja de preguntar por ellas, ¿cuánto durará en nuestra memoria el niño de un año asesinado en Minatitlán? Yo creo que toda la vida, ojalá la justicia no se tarde tanto. No es el único niño violentado esta semana, en Comalcalco un ataque armado dejó como saldo dos mujeres muertas y dos menores heridos de bala. Apunta la nota de Animal Político: “Uno de los menores lesionados es un bebé de menos de un año y otro de aproximadamente siete, quienes viajaban con las mujeres en una camioneta”. Al crimen ya no lo detiene nada.

Ayer la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) alzó la voz y llamó al Estado mexicano a construir una política de Estado para prevenir y frenar la violencia armada que viven niñas, niños y adolescentes. Hay varios puntos a resaltar en su comunicado: el primero una preocupante continuación en la estrategia de seguridad del nuevo gobierno respecto a los anteriores: “Observamos que en los primeros meses del nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no ha disminuido el nivel de violencia vinculada al crimen organizado. La nueva administración muestra la misma tendencia de militarización de los expresidentes Calderón y Peña Nieto, con la Guardia Nacional, se mantiene intacto el pacto de impunidad y corrupción, reflejado en los altos niveles de violencia contra la niñez”. Sin embargo, el dato que más alarma es el de homicidios dolosos contra menores de edad: “En los tres primeros meses del año 2019 se contabilizan 285 homicidios dolosos contra niñas, niños y adolescentes; es decir, 3.2 casos cada día”. Cuando alguien lee que matan a 3.2 menores al día este 2019 pensaría que hemos tocado fondo, pero no, en junio de 2018, tan sólo en ese mes, fueron asesinados 222 menores de edad.

Desde hace varios sexenios a ningún gobierno le importan los niños, quedan clasificados como ese “daño colateral” de una violencia desbordada, pero es falso, como lo apunta REDIM, los niños ya no son víctimas de un fuego cruzado, se han convertido en blancos de ataque directo a manos de grupos armados no identificados. Ser mujer y ser niño en este país es el peor destino.

En esta columna nos sumamos a la exigencia de la Red por los Derechos de la Infancia en México: “Solicitamos al Presidente de la República y Presidente del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), Andrés Manuel López Obrador, construir de forma colectiva una política de Estado para prevenir y frenar la violencia armada, basada en la construcción de paz, la lucha contra la impunidad y el acompañamiento de organismos internacionales de derechos humanos. Es urgente atender el llamado de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su informe sobre “Infancia, Violencia y Crimen Organizado para afrontar la actual crisis de DDHH”.

Habrá que separar a las víctimas, poner atención especial a los cientos de niños asesinados en este país, imágenes como las de Comalcalco y Minatitlán muestran a un Estado fallido y superado, uno que le ha apostado a la militarización para perpetuar el conflicto. Peña Nieto y Calderón fallaron, hasta el momento no hay nada que nos muestre que AMLO no va por la misma ruta.

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