Javier Risco.
No necesito
ver la fotografía de nuevo. La recuerdo nítidamente, del lado izquierdo un niño
de un año está tirado en el piso ensangrentado, lo rodean cuerpos en la misma
condición, sillas de plástico, mesas desacomodadas y un fotógrafo que ha tenido
las agallas de captar este momento. Ocurrió en Minatitlán y distinto a las
otras masacres sucedidas en el país, esta se enmarca en la tragedia porque hay
un niño en el piso. Al menos en este espacio me he preguntado 20 veces qué
sigue, ¿qué necesita este país para indignarse? ¿Qué necesita México para
detenerse? ¿Qué falta para que tiremos la toalla y digamos basta, dejemos de ir
a nuestros trabajos y digamos ni un muerto más? Sinceramente, aún no lo sé. Lo
que sí sé es que las tragedias se van olvidando mientras pasan de las portadas
de los medios a las páginas interiores y de pronto en la conferencia matutina
se deja de preguntar por ellas, ¿cuánto durará en nuestra memoria el niño de un
año asesinado en Minatitlán? Yo creo que toda la vida, ojalá la justicia no se
tarde tanto. No es el único niño violentado esta semana, en Comalcalco un
ataque armado dejó como saldo dos mujeres muertas y dos menores heridos de
bala. Apunta la nota de Animal Político: “Uno de los menores lesionados es un
bebé de menos de un año y otro de aproximadamente siete, quienes viajaban con
las mujeres en una camioneta”. Al crimen ya no lo detiene nada.
Ayer la Red
por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) alzó la voz y llamó al Estado
mexicano a construir una política de Estado para prevenir y frenar la violencia
armada que viven niñas, niños y adolescentes. Hay varios puntos a resaltar en
su comunicado: el primero una preocupante continuación en la estrategia de
seguridad del nuevo gobierno respecto a los anteriores: “Observamos que en los
primeros meses del nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no ha
disminuido el nivel de violencia vinculada al crimen organizado. La nueva
administración muestra la misma tendencia de militarización de los
expresidentes Calderón y Peña Nieto, con la Guardia Nacional, se mantiene
intacto el pacto de impunidad y corrupción, reflejado en los altos niveles de
violencia contra la niñez”. Sin embargo, el dato que más alarma es el de
homicidios dolosos contra menores de edad: “En los tres primeros meses del año
2019 se contabilizan 285 homicidios dolosos contra niñas, niños y adolescentes;
es decir, 3.2 casos cada día”. Cuando alguien lee que matan a 3.2 menores al
día este 2019 pensaría que hemos tocado fondo, pero no, en junio de 2018, tan
sólo en ese mes, fueron asesinados 222 menores de edad.
Desde hace
varios sexenios a ningún gobierno le importan los niños, quedan clasificados
como ese “daño colateral” de una violencia desbordada, pero es falso, como lo
apunta REDIM, los niños ya no son víctimas de un fuego cruzado, se han convertido
en blancos de ataque directo a manos de grupos armados no identificados. Ser
mujer y ser niño en este país es el peor destino.
En esta
columna nos sumamos a la exigencia de la Red por los Derechos de la Infancia en
México: “Solicitamos al Presidente de la República y Presidente del Sistema
Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA),
Andrés Manuel López Obrador, construir de forma colectiva una política de
Estado para prevenir y frenar la violencia armada, basada en la construcción de
paz, la lucha contra la impunidad y el acompañamiento de organismos
internacionales de derechos humanos. Es urgente atender el llamado de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su informe sobre
“Infancia, Violencia y Crimen Organizado para afrontar la actual crisis de
DDHH”.
Habrá que
separar a las víctimas, poner atención especial a los cientos de niños
asesinados en este país, imágenes como las de Comalcalco y Minatitlán muestran
a un Estado fallido y superado, uno que le ha apostado a la militarización para
perpetuar el conflicto. Peña Nieto y Calderón fallaron, hasta el momento no hay
nada que nos muestre que AMLO no va por la misma ruta.
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