Por Itxaro Arteta.
Paco Ignacio Taibo II
sostiene que el “sentido común” es lo que hace falta para decidir qué libros
publicará el Fondo de Cultura Económica (FCE), buscando títulos atractivos, que
realmente se vendan y no terminen en bodegas.
En entrevista con Animal Político, se reserva el revelar los nombres del consejo editorial que discute los
títulos de los libros que el FCE está publicando, para evitar que sean blanco
de cualquier clase de presión.
El escritor y funcionario asegura que todas las decisiones del FCE serán para mejorar la oferta,
y así lograr que más gente compre y lea libros.
Recibió el nombramiento oficial como director del Fondo de Cultura
Económica (FCE) en marzo pasado, después de la polémica por un ajuste a la ley,
para que no fuera requisito del cargo haber nacido en México. Pero todo el
tiempo estuvo como encargado de despacho.
En su oficina, entre
libros recién salidos de imprenta, muestra los calendarios llenos de
actividades realizadas y por realizar para apoyar la Estrategia Nacional de
Lectura, que reconoce está aún en construcción.
Por lo pronto, la
principal apuesta para fomentar la lectura se lanzó el 1 de marzo: la colección
Vientos del Pueblo, libros cortos con un tiraje de 40 mil ejemplares, con
precios de menos de 20 pesos, que incluye títulos como Apuntes para mis hijos,
de Benito Juárez; Los convidados de agosto, de Rosario Castellanos; Loxicha, de
Fabrizio Mejía Madrid, y De noche vienes, de Elena Poniatowska.
—¿Con qué criterios se
están escogiendo qué libros se editan, por qué esos, por qué no otros, dónde
está escrito?
¿Y por qué debería
estar escrito? ¿Para que haya más manuales? Si aquí había 32 manuales cuando
llegué, que explicaban cómo se debía decidir qué libro publicar, y nada… era:
llamó mi primo de Washington, y así decidían… Los manuales eran de mentira,
absoluta mentira. No funcionaban; lo que funcionaba era un sistema de
recomendaciones intercruzadas de una élite, y las bodegas llenas de libros que
no se venden. Entramos aquí con ocho millones y medio de libros embodegados.
—¿Entonces, ahora cómo se decide?
Tenemos un consejo de
redacción que se reúne un par de veces por semana, hay propuestas, se discuten,
se trata de crear un balance, y las propuestas que reciben más acalorados
aplausos, más ‘ya lo leí, está a toda madre, y seguro que a mi vecino le
gusta’, y hay la típica de ‘yo se lo doy al portero de mi casa’, y cuáles
funcionan y cuáles no. Sentido común.
También pensar que
tiene que ser una colección de abanico amplio para que te dé libros que te
funcionen en diferentes niveles: un Rikki-Tikki-Tavi (de Rudyard Kipling) que
es perfectamente leído por un niño de 10 años, y un Loxicha (de Fabrizio Mejía
Madrid) que te cuenta el problema de una masacre campesina en los últimos años;
a un Guillermo Prieto (Los Yanquis en México) que te cuenta la resistencia
popular a la invasión norteamericana, y un cuento de amores y desamores de
Elena Poniatovska (De noche vienes). Tiene que ser una colección de espectro
muy amplio, en los primeros 100 números tiene que haber cubierto gustos,
posibilidades. Y la única condición es: si no aguanta que uno lo lea, ¿por qué
otro tendría que leerlo?
—¿Y cuál va a ser el mecanismo para decir este funciona, este
no, este se quita?
En principio sólo
tienes la reacción de la venta y es el único. Con libros de 11, 12 pesos.
—Este consejo, ¿quiénes lo forman?
Son 11 personas, pero
es anónimo. Para que no les estén mandando 76 libros y recomendaciones. Todo el
que quiera mandar un libro, que lo mande, aquí llega a esta mesa. Y creamos
filtros.
—¿No podemos saber quién está decidiendo qué vamos a darle a
leer a la gente?
Pues nosotros. Yo. Soy
el responsable.
—¿No podría alguien decir que ahora también le publican a sus
amigos?
Cuando alguien diga que
están publicando libros de sus amigos yo diré: ¿por qué la primera reedición
que ordené aquí fue una reedición de Octavio Paz?, que si algo tenía es que no
era mi amigo, y fue lo primero que firmé. ¿Basado en qué?, en los números que
te decía: está vendiendo pocamadre. Y el Zapata de (Enrique) Krauze, y mira que
no son santos de mi devoción. La democracia se practica, no se teoriza.
Convertir en lectores a jóvenes, a viejos y a maestros.
—En la presentación de la Estrategia Nacional de Lectura se
dijo que un eje es formar a niños y adolescentes. ¿Cuál es la población
objetivo del FCE?
Nosotros tenemos tres:
primero, hemos descubierto que hay una reincorporación a la lectura por parte
de adultos mayores, muy importante, deveras muy importante: ya son bastante
grandes, ya educaron a sus hijos, ya tienen dos horas más de tiempo libre, y
han vuelto a leer. Entonces, a ese sector hay que alimentarlo, de debates,
conferencias, material de lectura.
El segundo es: si no
rompemos el circuito negativo de las Normales, corremos el riesgo de que esto
se perpetúe eternamente. Entonces, tenemos que formar fácil 60 clubs de lectura
entre maestros normalistas y alimentarlos, para que transmitan, cuando sean
maestros de primaria, este placer por la lectura a sus alumnos.
Y el tercero: la gran
batalla es en las secundarias y en las prepas, donde tienes a un adolescente y
postadolescente al que se le ha creado un conflicto, ‘¿leer?, qué hueva’. Y
tienes que leer más libros de los que puedes en la semana, por lo tanto, no los
lees; simulas que los lees. Dos: entraste en la lógica de la fotocopia,
capítulo cinco, capítulo tres, eso al final es a la basura, ni siquiera estás
haciendo biblioteca. Tres: estos jóvenes leen bajo moldes de fomento a la
lectura tradicionales que han demostrado ser fallidos, que son primero el
Cantar del Mío Cid, la Iliada y la Odisea, y el Periquillo Sarniento. ¡Ni
madres! Primero José Emilio Pacheco, Las Batallas en el Desierto; luego José
Agustín, y luego el Kamasutra, lo prohibido. Tienes que romper este mecanismo
que construye una mentalidad de leer es castigo, leer es aburrido.
Esos son los tres
objetivos. ¿Cuál es el problema que tenemos que asumir como un problema
inmediato, práctico y de guerra? Hay que bajar el precio de los libros.
—En la encuesta del INEGI sobre lectura solo 1.7 % dice que
no lee por falta de dinero y más del 80 % que por falta de tiempo o de interés,
¿entonces cuánto puede impactar bajar los precios?
¿Tú le crees a esas
encuestas? Yo no. Y una de las conversaciones que tengo que tener es con el
INEGI para decirle: hazme una encuesta de a deveras, separa lectura por
obligación de lectura por placer.
—¿Qué giro tiene que dar el Fondo para tener estos libros
baratos y que lleguen a la gente?
Básicamente un cambio
en algunas colecciones que estaban editando demasiado y que no tenían un
reflejo sano en las ventas. Entonces, por ejemplo, ante la pregunta de si va a
continuar Tierra Adentro, la respuesta es sí, pero con un criterio de selección
más estrecho, que nos permita que libro que publiquemos, libro que sacamos a la
calle, debatimos y promovemos. ¿Porque qué sentido tiene publicar a un joven si
no le das visibilidad, si no permites que se contraste con los lectores? El
otro día vendieron 20 ejemplares de un Tierra Adentro en Ecatepec. Por mi
madre, bohemios, que esto no sucedía ¡jamás! Entonces el cambio de política es:
publiquemos menos, pero demos mucha más visibilidad, difusión y apoyo.
En otras colecciones,
definidamente si no se demuestra lo contrario, vamos a suspenderlas, como la de
administración pública. La tarea de hoy es revisar los catálogos inmóviles del
Fondo de estos últimos cinco años, para ver qué podemos bajar de precio, qué
podemos incluso regalar.
—¿Es cuestión de reestructurar?
De reequilibrar. Mi
primera sorpresa, se lo advertí a todo el equipo: les dije, vamos a bajar mil
200 títulos del Fondo, a 20, a 8, a 49.50 pesos. Los comerciales se fueron
llorando por los pasillos, ‘vamos a perder dinero’. No, les dije, vamos a
ganar: ganamos dinero, porque las ventas subieron 8.3% esa semana. Llegaron a
las librerías el doble y el triple de gente de las que las visitaban
regularmente.
Estudiamos cada uno y
vimos: ¿soporta el descenso?, sí; ¿tiene movimiento?, no; ¿si lo bajamos lo va
a tener?, sí. Y lo tuvo. Y va a ir creciendo. Ahora tenemos que meterle el
diente a la parte del catálogo que todavía no hemos estudiado, que son libros
que cuestan más de 150 pesos, ¿qué podemos hacer con ellos?
—¿Cuáles son las metas?
¿Qué queremos? A fin de
año queremos haber cubierto todos los estados de la república con operaciones
de fomento a la lectura, reorganización de las salas de lectura y los clubs de
lectura, para pasar de los tres mil que se decía que había a ocho o nueve mil
que habrá. ¿Qué queremos?, haber recorrido las 40 Normales; haber creado el
primer sistema de debate y fomento de la lectura en escuelas de enseñanza
media, secundarias y preparatorias. ¿Qué queremos?, participar en 100 ferias.
¡Estamos en el nivel de la locura, y eso es muy divertido!
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