miércoles, 22 de febrero de 2017

PAN y PRI ponen charola de plata.

Alejo Sánchez Cano.
  
La serie de decisiones que están tomando el PRI y el PAN en estos momentos tendrán su valoración real en los resultados electorales del 4 de junio de 2017 y la presidencial de 2018, porque serán estos procesos donde se verá si la selección de sus candidatos que contendrán en la elección del Estado de México, como en la recomposición de sus cuadros directivos, fueron correctos.

Lo cierto es que estos partidos están poniendo en charola de plata la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador.

Habrá quien diga que hay que esperar la cita con esas fechas, pero con los nombramientos de José Murat, como líder la CNOP, y Claudia Ruiz Massieu, como secretaria General del PRI, desde ahora se puede adelantar lo que en las filas priistas es un rumor a voces: el tricolor ya empezó a ceder el poder, sin tomar plena conciencia de ello, a sus contendientes políticos.

La aseveración se basa en los negativos que tienen ambos personajes en la percepción del electorado.

Varios exgobernadores del PRI están estigmatizados como tramposos, simuladores y corruptos, sobre todo, aborrecidos por sus coterráneos. Uno de ellos es precisamente el caso de José Murat, que gobernó Oaxaca, de 1998 al 2004, lapso en que la entidad aumentó la pobreza a un 71% del total de la población y, posteriormente, entregó la banda del ejecutivo estatal a Ulises Ruiz, con quien está peleado a muerte, lo que merced a esas dos pésimas administraciones, su partido perdió la gubernatura por primera vez en manos de otro mal gobernador, Gabino Cué Monteagudo.

De qué le servirá a Enrique Ochoa que se diga que Carlos Salinas de Gortari tomó el control del Revolucionario Institucional a través de su sobrina, o de qué servirá que uno de los personajes con mayor tufo de corrupción llegue a dirigir uno de los tres sectores que han sido pilar fundamental de la estructura organizacional de dicho partido.

Una y otro en nada ayudarán al fortalecimiento que en estos momentos requiere el priismo y, con su llegada, dan la impresión de que la mafia del poder toma formalmente el control del PRI, y esa opinión la comparten secretamente algunos cuadros internos del tricolor. Aunque también hay quienes opinan que los ajustes “son necesarios” y esto permitirá “darle mayor ánimo al partido”, tal como aseveró Jorge Carlos Ramírez Marín, vicecoordinador de la bancada priista en la Cámara de Diputados.

Del lado blanquiazul las cosas son igual de críticas, en la búsqueda de la candidatura a la silla presidencial sus liderazgos están divididos, casi peleados a muerte, y en ese proceso ninguno cede en sus intereses que, por lo que se ve, no son los del partido.

Escisiones azules hay por todos lados, ejemplo de ello se observa en la nominación de su candidata a la gubernatura mexiquense, donde su cuadro más popular, Josefina Vázquez Mota, ha recibido “fuego amigo” y en ese contexto su elección ha sido impugnada aun cuando oficialmente no es candidata.

A nivel nacional el panorama no es mejor, desde la cúpula del PAN, su dirigente, Ricardo Anaya, pretende tomar por asalto la candidatura; en tanto que Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón, pelea también la posición y amenaza con salirse de la ruta azul para erigirse como independiente si los resultados no le favorecen en una posible asamblea interna de su partido.

En la pelea por la bandera azul hay por lo menos otros tres nombres, y todos reclaman piso parejo, democracia y reglas claras, pero ninguno parece estar dispuesto a levantar la mano de sus oponentes en caso de una elección interna.


Así las cosas en el PRI y el PAN, los partidos que en estos momentos los encuestadores señalan como los punteros para dar la pelea en territorio mexiquense y avanzar en sus posibilidades rumbo a la presidencial, toman decisiones que a la postre les puede significar la derrota electoral y, con ello, darle franco paso a López Obrador.

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