miércoles, 22 de febrero de 2017

¿Y aquí no pasa nada?

La semana pasada la Auditoría Superior de la Federación entregó su reporte de la cuenta pública del 2015 con observaciones de más de 165 mil millones de pesos; es decir, aproximadamente 70% de lo que se pretende recaudar con la liberalización del precio de la gasolina. Según el auditor Juan Manuel Portal, unos 100 mil millones corresponden al gobierno federal, poderes de la Unión y órganos autónomos y otros 65 mil millones a estados y municipios. Tan sólo en la Ciudad de México la ASF observó más de 15 mil millones de pesos; asimismo hay señalamientos muy serios para SCT y Sedesol, entre otras.

El mismo día las comisiones de Justicia, Anticorrupción y Participación Ciudadana del Senado movieron, una vez más, la fecha límite para la elección del nuevo Fiscal Anticorrupción, que será el titular del Sistema Nacional Anticorrupción, que simplemente no termina de crearse.

Es decir, a nuestra clase política no le corre ninguna prisa de hacer esta tarea y mucho menos de hacerla bien. ¿Para qué nombrar alguien que quiera terminar con la impunidad y persiga los actos de corrupción?

Ante el oso político mundial de nombrar una persona sin las credenciales, la independencia y la reputación que la tarea requiere, mejor no hacer nada.

En cambio en Perú, también la semana pasada, el presidente Kuczynski anunció medidas férreas contra la corrupción y el escándalo de Odebrecht en dicho país; y en España el cuñado del rey fue sentenciado a la cárcel por fraude y tráfico de influencias. El contraste de la acción en Perú y España con el autismo del sistema político mexicano no podría ser mayor. “Qué horror México, da pena desde aquí”, me comenta un ministro peruano.


Pero aquí la corrupción e impunidad no dan pena, generan coraje, humillación y frustración. Increíble y doloroso aceptar que la impotencia, ignorancia y cinismo de nuestra sociedad se aguanta todo.

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