martes, 26 de marzo de 2019

Una lucha que los puede exterminar.


Georgina Morett.

Un partido que de un momento a otro pasó a formar parte de la chiquillada, y que hoy se debate en una elección en la que unos se acusan de ser candidatos de la nomenklatura y otros de ser aliados de Morena.

A pesar de que muchos hablan de sus exequias, el PRI tiene seis aspirantes a la dirigencia, quienes están dispuestos a jugarse el todo por su partido y se comprometen a hacerlo competitivo hacia 2024, claro que primero tendrán que intentar mantener los estados donde gobiernan.

Pero en esta lucha, que se puede volver encarnizada, si los priistas se equivocan como en la contienda de Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo contra Beatriz Paredes y Javier Guerrero, el tricolor puede terminar como un partido satélite de Morena o bien desaparecer.

Por un lado, José Narro, de quien dicen es el candidato de la nomenklatura apoyado por los grupos de Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Miguel Ángel Osorio Chong.

Por otro, un poderoso gobernador que ha tenido una meteórica carrera política, Alejandro Moreno, apoyado por el grupo de Rubén Moreira y José Murat, quien por cierto ha logrado tener una excelente relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Ivonne Ortega, quien al parecer se ha ganado la simpatía de sus contrincantes y ha hecho mucho trabajo con las bases, pero no cuenta con apoyos de priistas renombrados.

Ulises Ruiz, quien lleva mucho tiempo en su precampaña y se ha enfrentado directamente con Enrique Peña; José Martell, viejo priista que cuenta con una organización que lo apoya, y una joven bastante nueva en estas lides, Lorena Piñón.

Para la gran mayoría de ellos el debate está en desvincularse de los priistas que formaron parte del gobierno de Enrique Peña Nieto, pero en una elección abierta a la militancia, cuando una característica de muchos es ser priistas por una tradición familiar y como una forma de estar cercanos al poder, será difícil pensar que estén en contra del poder que significa la nomenklatura.

Porque quienes votarán son los seis millones y medio de priistas que están en el padrón, más los nuevos que se han afiliado en los últimos días, y son ellos los que dieron a José Antonio Meade los poco más de siete millones de votos en la elección pasada.

Es por ello que la apuesta está totalmente en el aire, porque hablar de que tienes ganada la elección si te apoya la cúpula priista puede convertirse en un gran error por la molestia de los ciudadanos hacia el gobierno pasado, pero los que votarán serán los priistas y puede ser que mantengan su voto por la continuidad.

Además, acostumbrados a la cercanía del poder, pueden optar por quien tiene el cargo de gobernador y la cercanía para negociar apoyos con el Presidente de la República.

Los 12 gobernadores priistas tendrán un papel fundamental en la elección, pero será mucho menor que en contiendas anteriores porque enfrentan un gran desgaste por sus relaciones con el poder federal como oposición, y muchos de ellos con congresos en donde el PRI es minoría.

Posibilidades de un acuerdo y que no se lleve a cabo la elección interna están por el momento fuera de la escena, pero lo que habrá que esperar son los costos que tendrá esta contienda, ya que todos sabemos que en el PRI siempre han sido expertos en la alquimia electoral.

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