México
Desigual.
Han pasado 15 años en el Centro de
Prevención y Reinserción Social Santiaguito en Almoloya de Juárez, y ahora seis
defensores del agua de la comunidad náhuatl de San Pedro Tlanixco, municipio de
Tenango Del Valle, en el Estado de México, tendrán que volver al punto de
partida de su proceso penal.
“Es como si hubieran sido detenidos
ayer, como si de un plumazo les dijeran, olvídense de todo, de los 15 años que
han pasado en la cárcel, porque lo hicimos mal y tenemos que volver a empezar”, dice Antonio Lara, coordinador del
Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero, organización que lleva la
defensa del caso.
Y todo, afirma el abogado, porque
“hubo un entendimiento parcial de las autoridades sobre la opinión que la ONU
emitió acerca del caso”.
En julio de
2018, diez expertos y relatores
especiales de la ONU enviaron al Estado mexicano una comunicación expresando
sus preocupaciones en relación con las sentencias que condenaron a los
defensores indígenas: Lorenzo Sánchez Berriozábal, Marco Antonio Pérez González
y Dominga González Martínez, Pedro Sánchez, Teófilo Pérez González y Rómulo
Arias, por el homicidio en 2003 del empresario floricultor Alejandro Isaak
Basso, con quien la comunidad de San Pedro Tlanixco sostenía una disputa por el
uso del agua del río Texcaltengo.
El caso llegó a instancias
internacionales, a través del Zeferino Ladrillero, y tras el análisis de la
información, incluida la del propio expediente judicial, la ONU-DH –junto con
los diez expertos y relatores entre ellos la de pueblos indígenas y el relator
de los derechos humanos al agua–consideraron que en primera instancia la
administración de justicia no había observado en todas sus dimensiones el
derecho al debido proceso, y que la secuencia de violaciones dentro de éste
(como basarse en testigos de cargo que no estuvieron en el lugar de los hechos)
“puede entenderse como una criminalización de los defensores indígenas en la
medida que se constata una inadecuada aplicación de la justicia”.
La Relatora
Especial de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblo indígenas,
Victoria Tauli-Corpuz, resaltó en su
informe anual 2018 que “la competencia por los recursos naturales ha colocado a
las comunidades indígenas que tratan de proteger sus tierras tradicionales en
primera línea de los conflictos, como víctima de la persecución”.
En su
informe sobre su misión oficial a México, del año pasado, recomendó que “debe garantizarse que no se utilice el sistema penal
de justicia para criminalizar a los pueblos indígenas en la legítima defensa
de sus derechos ni a las organizaciones que les asisten”.
Ante ese
contexto, la ONU-DH consideró necesario
evaluar si la condición de defensores indígenas del agua de las personas
acusadas motivó algún abuso en la aplicación del sistema judicial.
Durante 14 años, las instituciones
mexiquenses, entre ellas la Procuraduría de Justicia del Estado de México, no
reconocieron la condición de indígenas de los seis defensores encarcelados de
San Pedro Tlanixco, pese a que se presentaron diversas pruebas de eso, como
periciales antropológicas. Fue hasta que se emitieron las recomendaciones de los
organismos internacionales que el Tribunal de Justicia estatal “se dio cuenta
que son nahuas y decidió reponer el proceso”, dice Lara.
De todas las violaciones al debido
proceso que señaló la ONU, “lo único que las autoridades entendieron es que no
habían considerado que eran nahuas, pero la parte de que por esas violaciones
debían ponerlos en libertad, eso no quisieron abordarlo”, afirma el abogado.
El 17 de enero fue la última
audiencia de apelación del juicio anterior. La defensa de los acusados había
metido un amparo por la sentencia de 50 años de cárcel impuesta apenas un año
antes.
En esa
audiencia, un magistrado de segunda
instancia del Poder Judicial mexiquense determinó reponer el proceso.
Lo que hizo el tribunal fue anular la
sentencia de los 50 años de cárcel ya emitida y ordenar la reposición, “pero
eso no es una buena noticia, los defensores se podrían pasar en la cárcel otros
diez años si el juicio vuelve a empezar”, denuncia Lara.
Y es que a tres de los acusados los
detuvieron en 2003, pero emitieron sentencia hasta 2007, mientras que a los
otros tres, entre ellos la única mujer, Dominga Sánchez Martínez (ahora de 60
años), los detuvieron en 2007 y su sentencia se emitió hasta una década
después, apenas el año pasado.
Ahora, los seis detenidos están a la espera de la
fecha de la primera audiencia del nuevo proceso, misma que podría definirse el
próximo martes. El encargado de llevar el juicio será el juez primero en
materia penal de Toluca con sede en el penal de Santiaguito, Maximiliano Vazquez
Castañeda, el mismo juzgador que emitió la sentencia condenatoria de los 50
años de cárcel, y que no reconoció antes la condición de indígenas de los
acusados ni las irregularidades del proceso.
“Lo que esperamos ahora es que el
juzgador reconozca con toda honestidad que estamos frente a personas indígenas,
defensoras de derechos humanos, como lo es el derecho al agua, que fueron
acusados de un delito que no cometieron y que solo los acusaron por motivos
políticos. Esa sería una buena señal de que se empiezan a resarcir las deudas
que el Estado mexicano tiene con las personas indígenas”, afirma Lara.
Los seis defensores del agua de
Tlanixco están en la lista de los presos políticos que el gobierno ha prometido
liberar. “A nosotros se nos dijo, incluso nos lo comentó la senadora Nestora
Salgado, que ellos son los primeros seis de esa lista”, asegura el abogado.
Además, el viernes 24 de enero, el Congreso aprobó
una resolución en la que pedía a la Fiscalía General de Justicia del Estado de
México de “desistirse de la acción penal contra seis indígenas de la comunidad
de San Pedro Tlanixco, municipio de Tenango Del Valle”.
El Fiscal General de Justicia del
Estado de México, Alejandro Gómez Sánchez admitió que se están explorando
diversas vías jurídicas para otorgar la libertad a al menos tres de los seis
indígenas de Tlanixco.
De qué se
les acusa.
A los seis defensores del agua de
Tlanixco se les acusa del homicidio del empresario español Alejandro Isaak
Basso, quien murió al ir en ascenso por la pendiente de una ladera de más de
dos kilómetros.
Basso, habitante del municipio de
Villa Guerrero, en el Estado de México, estaba en pleito con la comunidad
vecina de San Pedro Tlanixco por el agua del río que él necesitaba para los
invernaderos de su empresa florícola, y la comunidad náhuatl para sus
actividades cotidianas.
El empresario español y otros floricultores
de Villa Guerrero ya habían conseguido, a través de concesiones otorgadas por
la Conagua, que la población de Tlanixco no pudiera usar el agua de su río.
El día de su
muerte, Isaak Basso llegó, junto con
otras cinco personas, hasta Tlanixco para supuestamente revisar por qué el agua
del río estaba bajando a Villa Guerrero con espuma.
La comunidad náhuatl lo consideró una
provocación. Quisieron llevar a los seis con el delegado de su pueblo, a la
sede de las autoridades tradicionales, que estaba en una planicie pendiente
abajo. Más de 150 personas bajaron por la ladera. Isaak Basso no llegó con el
delegado del pueblo, sus cinco acompañantes sí, pero él apareció muerto en un
barranco.
Por esa muerte fueron condenadas seis
personas a 50 años de cárcel, en la prisión de máxima seguridad de Almoloya de
Juárez, pese a que no se ha podido establecer su participación concreta en el
hecho.
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