Por Ricardo
Ravelo.
El acuerdo
alcanzado la noche del miércoles 20 en el Senado de la República para aprobar
el proyecto de la Guardia Nacional (GN) con un mando civil es, sin duda, un
avance significativo en esta larga travesía de discusiones, jaloneos,
diferencias y confrontaciones desde que el Presidente Andrés Manuel López
Obrador presentó la propuesta ante el Congreso.
Ahora viene lo más importante: que
opere y funcione. Todo está por verse.
Sin embargo, en voz del coordinador
de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, la aprobación se da como un hecho
y sus palabras, elocuentes sin límites, así lo expresan: “La Guardia Nacional
no va a sustituir a las policías estatales y municipales”, dijo. Y añadió en el
mismo tenor: “Será una institución federal que actuará de manera subsidiaria
apoyando a éstas según sus necesidades, por lo que la Guardia responde al
respeto al federalismo”.
Luego describió con amplios detalles
lo que bien podrían ser las bondades de la superestructura de seguridad del
nuevo Gobierno. En sus palabras, casi la perfección:
“Un cuerpo policial especial,
disciplinado, dotado de una nueva arquitectura para enfrentar la inseguridad,
eficiente en su actuar y que cuente con la confianza de los ciudadanos. La base
de la Guardia será la Policía Militar, Naval y Federal, con capacitación
adicional, van hacer homologados en disciplina jerárquica y el carácter será
civil. Su homologación no significa la militarización de la estructura del
Estado, es la oportunidad para que las fuerzas armadas dejen de hacer la
función de seguridad pública y regresen a sus funciones”.
En teoría, la GN será una corporación casi perfecta,
imposible el error, en palabras de Monreal, como si ese cuerpo de seguridad
nacional no estuviera conformada por seres humanos que, por cierto, no han sido
evaluados. Se da como un hecho que todos los elementos que conformarán el nuevo
aparato de seguridad son eficaces, probos y confiables, ni un solo estudio
avala su probidad.
Ni una palabra dijo el Senador de
Morena sobre los controles estrictos a los que deberá estar sometida, mucho
menos se habló, a lo largo de las acaloradas discusiones, sobre la necesidad de
que las bases de apoyo de la GN –policías estatales y municipales –también
deben ser depuradas de la corrupción que las mantiene atenazadas.
Y es que el discurso de Monreal –y de
todos los coordinadores parlamentarios que festinaron el gran acuerdo para que
por fin se apruebe el proyecto –suena muy parecido al que en 1997 fue
pronunciado por Jesús Murillo Káram, entonces subsecretario de Seguridad
Pública del gobierno federal, cuando se aprobó el Sistema Nacional de Seguridad
Pública y se creó la Policía Federal Preventiva.
En aquel entonces el ex Gobernador de
Hidalgo y ex Procurador General de la República dijo que el nuevo proyecto
policiaco –producto de la fusión de la Policía Fiscal, Federal de Caminos y la
portuaria –era lo más avanzado que pondría fin a la oleada de violencia que
trastocaba el Gobierno de Ernesto Zedillo. Todo aquello resultó puro cuento.
En aquel momento se habló de una
inversión de 300 mil millones de pesos para hacer frente a los embates del
crimen organizado, al poderío de los cárteles y a la corrupción, atroz desde
entonces, que carcomía los cimientos de las policías estatales y municipales.
TODO AQUELLO TERMINÓ EN UN VERDADERO
FIASCO.
El Sistema Nacional de Seguridad
Pública más o menos se mantuvo, convertido a la postre en Plataforma México, un
sistema que por primera vez creó una base de datos, el kárdex del crimen
organizado que, por cierto, dejó de ser secreto porque durante los gobiernos de
Felipe Calderón y Enrique Peña la plataforma podía ser auscultada con un pago
de no menos de 200 mil pesos con el objeto de obtener alguna ficha criminal.
Más tarde, la extinta PFP participó en la guerra
fallida que Calderón emprendió en contra del narcotráfico –En entredicho por
sus nulos resultados –y debido a la corrupción y a la infiltración del
narcotráfico en sus filas tuvo que ser disuelta y en un pispás el Gobierno de
Vicente Fox creó la Agencia Federal de Investigaciones bajo el mando de Genaro
García Luna, acusado después de servir al narcotráfico.
García Luna,
el súper policía del panismo, se mantuvo
al frente de los proyectos de seguridad pública de 2000 a 2012, doce años
durante los cuales se le acusó de todo pero nunca autoridad alguna procedió en
su contra a raíz de los señalamientos que, dentro y fuera de México, lo
vincularon con el cártel de Sinaloa.
García Luna carga con la responsabilidad de miles de
muertes ocurridas a lo largo de los gobiernos del PAN a causa de la
inseguridad; a sus fallas y corruptelas debemos este caos que priva en México,
la guerra imparable entre los cárteles y la corrupción que llegó hasta los más
altos niveles del poder. En esa etapa fue el crimen organizado el amo y señor
del país, atrofiadas las policías y sus mandos por el billete verde.
La GN está a
un paso de aprobarse y todo indica que así será. Pero ningún Senador ni el
Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo –quien parece que ya no escucha
–ha expresado la necesidad de crear un programa específico para depurar a las
policías estatales y municipales, brazos armados del crimen.
Parece que se olvida que fue a través
de esas estructuras de seguridad por donde penetró el crimen organizado a raíz
de la derrota del PRI en el 2000, cuando el narcotráfico se diseminó por todas
partes. Lo primero que ocurrió fue que comenzaron a controlar a los alcaldes y
paralelamente a las policías y ambos –ediles y policías –comenzaron a servir a
los intereses aviesos de la mafia, implacable la corrupción que los devoró.
En la mayoría de los diagnósticos
estatales las policías municipales aparecen como las más contaminadas, pues más
del 80 por ciento de esos cuerpos de seguridad son pagados por el narcotráfico.
Ningún Gobierno estatal ha cumplido con los programas diseñados para mejorar la
eficiencia de las policías. Los recursos destinados para ese propósito han sido
desviados para otros fines, incluso personales.
Ya no se puede destacar, por ahora,
que alguna entidad federativa esté libre de corrupción a nivel de las policías
estatales y municipales. Desde mi punto de vista, ninguna se salva. En todo el
país, las corporaciones policiacas se convirtieron en brazos armados del
crimen: lo mismo matan que secuestran y cobran piso a nombre de los cárteles;
también desaparecen a personas enemigas, intimidan, protegen a las redes del
huachicol y a todo lo que huele a crimen organizado.
Es por ello
que resulta urgente que, antes de que la
Guardia Nacional arranque sus funciones, se les exija a los gobernadores una
limpia de sus corporaciones estatales y municipales. La Guardia Nacional –la
perfecta estructura que describe Monreal –no podrá coordinarse con las
corporaciones corruptas y contaminadas. Las manzanas podridas deben separarse
de las sanas.
Y por lo que respecta a las corporaciones que
integrarán la GN, nadie ha dicho si ya fueron evaluadas y cuál es el nivel de
confiabilidad de cada uno de sus elementos.
Hay demasiada prisa en ese proyecto.
Y todo indica que la GN comenzará a funcionar en medio de la contaminación que
envuelve a las policías estatales y municipales. Quizá sobre la marcha se
ajuste lo demás, como reza el refrán, “caminando se acomoda la carga”.
Pero se tendrán que asumir los
costos, latentes por donde se le mire, de que la GN se contamine, como pasó con
el Ejército. Ahí están Los Zetas y los militares presos por corrupción. Nadie
ha implementado, hasta ahora, una valoración respecto al nivel de confiabilidad
de los elementos de la Policía Federal, Naval y Militar. El Presidente López
Obrador ha dicho que Peña Nieto le entregó un desastre en el país y las
policías no son la excepción. En este caso, ¿Por qué confía en las
corporaciones que formarán parte de este nuevo proyecto?
¿De dónde parte la confianza en esas
tres corporaciones para que sean una garantía al conformar la GN? ¿Ya las
evaluaron? ¿Cuál es el diagnóstico?
Nadie lo sabe.
Lo que es un hecho es que el
presidente López Obrador tiene mucha prisa en que el Senado apruebe el
proyecto, le urge la GN aunque las tres corporaciones todavía no estén
evaluadas ni depuradas y aun así él confíe en una eficiencia que todavía no
está probada. Todo dependerá del compromiso que cada uno de sus integrantes
asuma frente a la realidad del país: 14 cárteles en operación en todo el país,
policías convertidas en brazos ejecutores del crimen, tráfico de combustibles,
por decir lo menos.
Quizá la urgencia se explique por el
nivel de violencia que todavía sacude al país.
Y no es para menos.
TIJUANA: EL
BERRINCHE DE MARTÍNEZ VELOZ
El lunes 18,
el Comité Nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), con base
en sondeos, encuestas y en un amplio análisis del perfil de sus precandidatos a
la alcaldía de Tijuana decidió que el empresario Arturo González Cruz fuera su
abanderado para contender, el próximo 2 de junio, por la presidencia municipal
de Tijuana. González y Jaime Bonilla – éste último abanderado de ese partido a
la gubernatura de Baja California –trabajarán en un amplio proyecto para echar
al PAN de ese estado, pues a lo largo de casi 30 años los panistas sólo han
dejado corrupción, violencia de alto impacto y crisis económica en una de las
ciudades fronterizas más importantes del país.
La reacción de Jaime Martínez Veloz
–otro de los fuertes aspirantes a la alcaldía de Tijuana –no se dejó esperar:
al conocer el fallo, de inmediato alzó la voz y recriminó a la dirigencia de
Morena la decisión en favor de González Cruz, pues adujo ser el mejor precandidato.
Sin embargo, las trapacerías de Martínez Veloz salieron a flote: muy pronto se
descubrió que “maquilló” encuestas que le favorecían, alquiló medios de
comunicación para su servicio, derrochó recursos que pusieron en duda su origen
y, por su fuera poco, también se descubrió que contrató bots con los que
pretendió aparecer con una abrumadora preferencia para ser candidato a la
presidencia municipal de Tijuana.
Todo indica que rompió con Morena y
se alió al PRD para buscar ahora la gubernatura de Baja California. De
confirmarse su candidatura, Martínez Veloz iría en fórmula con Julián Leyzaola,
el ex director de Seguridad Pública de Tijuana a quien se atribuye haber
resuelto la inseguridad en ese municipio, aunque momentáneamente, pues resulta
que esa ciudad fronteriza actualmente enfrenta choque de cárteles y asesinatos
todos los días.
Martínez
Veloz ha sido duramente cuestionado,
entre otras razones, por el uso excesivo de recursos, hasta ahora no
justificados. También rompió el pacto firmado entre los precandidatos de Morena
para acatar cualquier fallo. En diversos sitios de Intenet y en columnas
políticas locales se afirma que ha recolectado dinero de los dueños de bares y
antros de la zona roja de tolerancia de Tijuana; se le atribuyen vínculos con
los hermanos Brizuela (dueños de diez bares) y con Alejandro Arretche, otro
empresario del alcohol y del Table Dance, dueño de “Las Pulgas”. Otros vínculos
raros que le cuelgan a Martínez Veloz es con Candelario Areceaga Aguirre, “El
Cande”, presuntamente relacionado con la venta de drogas…En fin, la mala fama
persigue a quien podría ser el abanderado del PRD a la gubernatura de Baja
California. No sería el primer candidato con presuntos vínculos sucios que ese
partido postula para un cargo público.
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