Salvador
Camarena.
Señor
presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Me dirijo a usted con
una propuesta que creo que le va a gustar. ¿Cómo le caerían 2 mil 300 millones
de pesos anuales que hoy no tiene presupuestados? Quizá con eso podría reponer
lo que se cortó a estancias infantiles. O dedicarlos a otra cosa. ¿Que dónde
están esos dineros? Fácil. Desaparezca la Auditoría Superior de la Federación.
Paso a explicarme.
La actual
ASF viene de aquellos años en que usted militaba en el PRD y se le pudo
propinar al PRI el descalabro de 1997, cuando perdió por primera vez la mayoría
en la Cámara de Diputados. Entonces, los nuevos equilibrios políticos llevaron
a que se discutiera con más seriedad el convertir a la Contaduría Mayor de
Hacienda, dependiente del Legislativo, en un órgano que ya no fuera apéndice
priista, sino verdadero fiscalizador de la manera en que se ejercía el
Presupuesto.
Esas
discusiones cuajaron al darse la primera alternancia, cuando con nuevas leyes
sobre fiscalización y procedimientos más plurales para la designación de su
titular, se nombró al primer auditor, es decir a Arturo González de Aragón.
Cómo no recordar las pugnas entre González de Aragón y el entonces secretario
de Hacienda, Francisco Gil, por la revisión del Fobaproa, donde el primero
logró que se revisara el rescate bancario y restituyeran fondos que habían sido
otorgados indebidamente.
Lo anterior
se logró porque, se diga lo que se diga de esos tiempos que hoy se tachan de
“negra noche neoliberal” (o algo parecido), la pluralidad en el Congreso de la
Unión y algunos medios de comunicación críticos (que los ha habido siempre)
respaldaron los esfuerzos de González de Aragón por tomarse en serio su chamba
y no someterse al Ejecutivo.
Por la misma
senda siguió –continúo con mi apretado resumen, presidente– Juan Manuel Portal,
sustituto de González de Aragón. De los años de Portal, sin duda, la gente
recordará que sus reportes hicieron posible reportajes y seguimientos
periodísticos de múltiples irregularidades, entre ellos la llamada 'estafa
maestra', sólo una de las muchas investigaciones periodísticas que los
periodistas pudieron hacer a partir de los hallazgos anuales de la ASF, a la que
por cierto cada vez se le dieron más atribuciones, entre ellas la de hacer
investigaciones a partir de denuncias de ciudadanos.
Suena
bonito, ¿verdad, presidente? Entonces, ¿de dónde la puntada de proponer que
mejor se cierre algo que parecía funcionar? Precisamente por eso, presidente,
porque parecía funcionar en el pasado, pero ahora hay serias dudas sobre si
funcionará en el futuro.
Ocurre,
presidente, que el nuevo auditor, David Colmenares, dice una cosa y hace otra
muy distinta. Porque una cosa es que el miércoles el auditor, al presentar su
informe de la Cuenta Pública 2017, diga que “entre mayor difusión exista de las
acciones contra la corrupción, será menor la probabilidad de que ocurran actos
irregulares. En este sentido la ASF reconoce la importancia de poner a
disposición de la sociedad información útil, veraz y oportuna, derivada de la
fiscalización superior, que permita a las personas erigirse en coadyuvantes en
la vigilancia al ejercicio del poder público, así como disuadir la incidencia de
conductas desviadas en las instituciones”; y otra muy distinta lo que se
aprecia al revisar detalladamente el informe de marras.
En pocas
palabras: en los anteriores informes, al reportarse una irregularidad la ASF
exponía los nombres de las entidades mercantiles involucradas en los hechos
investigados. Así, ciudadanos y periodistas podrían indagar por cuenta propia
más sobre esas compañías señaladas, buscarlas en su localidad, revisar si no
tenían reportes en el SAT, averiguar quiénes eran sus dueños, ver si se
repetían en diferentes escándalos o estados, etcétera.
Pero ahora
eso ya no podrá ocurrir: el auditor Colmenares ha dispuesto que los reportes
sólo identifiquen a las entidades señaladas por alguna irregularidad como
“Empresa 1”, “Empresa 2”, “Empresa 3” ...
Un velo de
opacidad que hace imposible el seguimiento por parte de los ciudadanos. Donde
hasta hace meses se reportaban detalles, hoy quedan espacios en blanco, nombres
genéricos, datos inútiles para la sociedad.
Suena a
burla entonces que el auditor Colmenares declarase el miércoles que “los
resultados que este informe contiene, además de exponer la vigilancia de los
recursos públicos, aspiran a provocar en los ciudadanos un interés por asumir
desde su trinchera un rol activo en el control del gasto a partir de dotarles
de capacidad de exigencia basada en información”.
Presidente,
va la idea completa: use su aplanadora legislativa y dele a la secretaria Irma
Eréndira Sandoval toda la chamba de fiscalización. Ella feliz. Y cierre la ASF:
tendrá 2 mil 300 millones de pesos anuales más, incluidos los ahorros en
papeles de auditorías que ahora nada de nada le dicen a la sociedad.
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